incluso en el silencio, escuchamos lo que queremos decir

los domingos dejan de tener cargar el peso

que aprendieron a tener

desde que tus boca pronuncia mi nombre

con la misma ternura

con la que me abrazaste ese día antes de despedirnos.

porque cuando las acciones sobran,

cuando aprendiste a amarme así,

aprendí a sumejirme en vos,

y vos, como respuesta,

aprendiste a silenciar el mundo exterior.

con vos aprendí a amar,

mucho más de lo que reflejan las mejores historias de amor,

mucho más de lo que el ser humano promedio podría pensar,

porque me hiciste sentir que no soy una más.

y estoy segura de que nadie lo entendería,

porque mirarte a los ojos,

es el único puente para llegar viva

al fin de esta vida.

y con esta lluvia solo me queda pensar,

y pedir en cada gota que cae sobre el cemento húmedo,

que muero por un beso tuyo en la frente,

y te recuerdo en cada cigarrillo que prendo,

rogando volver a sentir el sabor a humo de tu boca.

por primera vez,

pido al cielo que nunca deje de llover,

porque la única tormenta que comprendo,

es cuando dejes de habitar mi corazón,

y el mundo se caiga a pedazos,

mientras que el lenguaje que sólo ambos entendemos

se disuelva con el paso del tiempo.

y me parece tan hostil,

tratar incansablemente de buscar reciprocidad en la palabra,

cuando lo que queda

es el silencio entre nosotros,

y el lenguaje implícito del amor mutuo

y mi mirada

que llega mucho más allá de tus ojos.

porque defendería a un nosotros sin fin,

como un poeta defiende a la idealización,

como los satélites revolucionan hacia el Sol,

te defiendo como defendería a mi propia vida,

con la certeza de sentir

que codependen una de la otra.

creo en nosotros,

desde que te dí el poder de salvarme,

y nunca te negaste.

creo en nosotros,

desde que recorro nuevamente los lugares

en donde alguna vez nos besamos,

y donde ahora los colores aprendieron a gritar.

creo en nosotros,

porque incluso en el silencio,

escuchamos lo que queremos decir.

te escribo

para sentir de alguna forma,

que tengo el poder de eternizarte en mí.

y con la esperanza aniñada

de que cuando escuchas mi nombre

también pensas en tu hogar.