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Impostor

Nahu

Sep 10, 2024

79
Impostor
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Raul me dio la idea de mudarnos a las afueras de la ciudad.
Ir a un barrio sin muchos movimientos, algunos vecinos, que apenas si me cruzaba a veces. Decía:

-Estoy cansado del ruido y el tránsito del centro. Ahora que los chicos son más grandes, deberíamos armar un hogar más tranquilo-

Mudarse fuera del centro tenía sus desventajas, sobre todo para Raúl, que ahora tenía casi media hora de viaje en auto hasta el banco, donde trabajaba como administrativo contable.
Yo por mi parte no necesitaba salir mucho de casa, hacer las compras, llevar a los chicos al colegio.
Teníamos dos niños, inteligentes, alegres, enérgicos. Dos soles hermosos.

No estaba muy convencida al principio de mudarnos más lejos. Yo siempre estuve bien en el departamento de Raul, donde empezamos a vivir juntos después de un año y medio de noviazgo. Me gustaba ese ajetreo de la ciudad, pensé que los niños tampoco estarían muy convencidos, después de todo, tenían a pocas cuadras muchos de los lugares a donde les gustaba ir con sus amigos.
Raul insistió:

- ¡Dale! Podemos tener una casa más grande, lo he estado pensando mucho. Más aire fresco, podemos tener un patio, podemos hacer asados los domingos sin tener que andar pensando cuando o no podemos usar la terraza. Tenemos la oportunidad de estar más con los chicos. Sin expensas, sin vecinos haciendo ruidos. Sin cortes de calles, que Edenor, que el gas, bla bla, dale amor-

Siempre fue tan cariñoso, tan risueño. Tenía pequeños hoyuelos en las mejillas que se le marcaban cuando sonreía genuinamente… también cuando mentía con alguna picardía.
Amaba su sonrisa. Era su arma secreta contra mí, y yo cedía.

-Todo irá bien- me dijo.

Detesto las mudanzas.
La “casa soñada” como la describìa Raul, se había convirtio en un laberinto de cajas y muebles desarmados por donde teníamos que hacer malabares para movernos. No podía contar mucho con Raul en esos días, se iba más temprano, y volvía más tarde. Yo tuve que encargarme tanto de ordenar la casa, y de reordenar la vida de los chicos, quienes tuvieron que adaptarse a una nueva rutina.
Ellos, desilusionados, se dieron cuenta de que la "aventura" que su “papi” les había prometido era más bien como un juego de tetris.
Pero ya era tarde para quejas y lamentos.

Raúl empezó a llegar tarde con más frecuencia.
Nada demasiado extraño, pero estaba más cansado y quejoso. Había hecho algunas concesiones en el banco para comprar la casa.

-Ya sabes préstamos y esas cosas- Decía, cuando le preguntaba.

Admito mi preocupación inicial, pero confiaba en que su idea resultaría bien para todos. Tuve que dar más de mí misma.
-¿Cómo estás?, ¿cómo te fue hoy?-”, le preguntaba.
Le cocinaba lo que le gustaba, le contaba cómo había ido todo en casa, charlar sobre los cambios, sobre donde iba a ir tal o cual mueble. No quiero dar muchos detalles, también tuve que esforzarme un poco más en la cama.

Una noche llegó mucho más tarde de lo habitual.
-¿Raúl?, ¿Que paso?, ¿me tenías preocupada!-
-Perdon amor, los muchachos, los pasantes de contabilidad, me invitaron a el bar de la otra cuadra, no tenía forma de pedir un cargador y…- suspira - se pincho la rueda del auto cuando venía, una mierda-
Camino hasta mi, dejo las cosas en la mesa, me dio un beso de esos por compromiso. Me sonrió.
Hablamos un poco más, más explicaciones, aun seguía molesta.
Se fue a dar un baño y luego a dormir.

Había algo extraño en él esa noche. “-Amor?-”, nunca me dice así. ¿Que está tramando? Cuando me besó, también lo sentí extraño. Si, se que dije que fue de esos besos más por compromiso, de esos que son solamente por deber.
Pero su toque, sus labios… No supe describirlo en ese momento.
Y cuando sonrió, no tuvo sus hoyuelos característicos.

No, había algo raro en Raul.

Los días siguieron pasando. La casa ya casi estaba completamente ordenada. Los niños estaban más acostumbrados a la rutina. Y Raul… Ay Raul.
Seguía exactamente igual que siempre. Pero, yo seguía dudando.
Hablaba, pero su tono no era el mismo. Caminaba, pero no tenia la misma torpeza. Usaba el mismo perfume de siempre, pero le duraba menos en la piel. Me miraba, pero no me miraba de la misma forma.
Sabía todo lo que siempre supo sobre mí, seguía hablando de cómo la casa ya estaba casi en orden, que podíamos empezar a planificar los asados, de comprar cosas para el patio.
Sabía el nombre de los chicos, pero les decía “Chicos”, en vez de sus nombres.
Como lo solía hacer siempre.

Lo se, me van a tratar de loca, como lo hicieron otros y como seguramente lo están haciendo ahora, pero yo se, lo sentí.
Ese no era Raul.

-¿Qué pasa amor? Estos días me estas evitando. Ya te dije lo que pasó la otra noche. Perdon, perdon, decime que puedo hacer para compensarlo-

“Amor”, ahí está de nuevo. Raul no me dice así.
Su cercanía me incomodaba.
-Perdon amor, tome de más y no quería venir manejando, decidí esperar a que me bajara un toque el pedo, no te enojas?-
Sonrió, pero no era su sonrisa.
-¡Salí!- Dije, apartándolo cuando intentó besarme.
-¡Pero para, no es para tanto!-
Salí del living, no quería que me tocara.

Un día, después de llevar a los chicos al colegio, decidí buscar respuestas.
<< Que hago?, mi esposo no es el mismo>>
“Consejos para afrontar los problemas en pareja.”
, No
“Relacion asimetrica, 8 cosas que hacer cuando…”, No
“10 señales de que tu pareja…”, NO!
“Nanotecnologia, mi esposo cambió cuando…”

Clic

El artículo era antiguo. Hablaba de algo llamado el doppelgänger, una copia exacta de una persona, pero que no tiene alma, que no es realmente humana, pero siempre había algo que los traicionaba: una mirada extraña, una sonrisa forzada. Impostores. Esa palabra quedó suspendida en mi mente.
Sigo leyendo, más rápido ahora, como si todo cobrara sentido. Los doppelgängers eran versiones imperfectas, capaces de imitar pero no de sentir.
¡Sentir!, ¡exactamente!, ¡Eso! Esa cosa, no sentía, cuando hablaba no notaba su angustia, cuando me tocaba, no sentía lo mismo, cuando se movía, no se movía como él.
Lo peor llegó al final.
En los comentarios alguien escribió algo reciente, algo que me hizo helar la sangre:

"¿Nunca has sentido que alguien cercano no es quien solía ser? No es tu imaginación, ni un mito. Es tecnología, a mi esposo le pasó lo mismo."

El usuario anónimo hablaba de nanomáquinas, de cómo la ciencia actual está reemplazando a las personas con réplicas robóticas. Copias. Humanos mejorados, perfectos en apariencia, pero vacíos por dentro. ¿No te has dado cuenta?, decía, los pequeños detalles siempre delatan la verdad.

De repente todo encaja: Sus gestos, su voz, todo está ahí pero… vacío. Frío. Yo tenía razón, Ese no és Raul

Empecé a evitarlo, no quería estar cerca de… eso. Qué importaba si llegaba tarde. Que se cocine solo. ¿Acaso necesita comer?. No me iba a tocar, no me iba a besar.
Esa cosa no, no lo quería ni cerca.
En esos momentos logré verlo, sus máquinas, sus pequeñísimas máquinas, quedaban en su cepillo de dientes, en la almohada, en las sabanas, en el vaso, en los platos, cubiertos, la perilla de la puerta,... ¡en todos lados!
Caminaban alrededor de su piel, podía escuchar sus mecanismos funcionar mientras dormía, las bisagras fingiendo ser articulaciones, como procesaba la comida.
Que repugnante, imitaba su voz, jugaba con mis hijos, con mis niños.

Los escuchaba reír en el patio, a todos juntos. A Raul le hubiera encantado.
Era la imagen de la familia que quería, que nosotros queríamos.
Me eché a llorar en el rincón de nuestra habitación, desconsolada, estaba sola, nadie me iba a creer, Mi Raul ya no estaba, yo quedé presa de un impostor.
Me encerré en el cuarto. Creo que en ese momento ya era tarde, seguramente ya había sospechado que conocía la verdad. Me quedé detrás de la puerta, escuchando…

-Amor por favor, salí de ahí, ¡estás asustando a los chicos! No se que te pasa, pero sali por favor, hablemos, ¡vamos a resolverlo juntos!- Sonó su celular.

-Hola? SI,... si, si señor. Lo se, lo se, estoy retrasado, es que tengo una situacion en casa… perdón, se que tendría que haber avisado. No se va a volver a repetir. Okey… mañana a primera hora tiene el informe.-

¡Lo sabía! Recibía órdenes. ¡Eran sus amos!

Pronto, en otra de las veces en que me encerré escapando de él,decía:
-¡Salgamos! Otra vez, dejamos a los chicos con tu hermana o con mi mamá, salgamos de vuelta, estas muy estresada, te entiendo. Podemos resolverlo juntos pero por favor, no quiero que te encierres de nuevo. Los chicos demandan mucho de vos, yo me colgué, pero lo resolveré. Por favor sali de ahi-

Mentiras, más y más mentiras.
Esa cosa inventaba sofisticadas mentiras para hacerme salir de mi refugio.
No iba a caer en su trampa, no.
El final se acercaba lentamente, cuando llegó temprano. Por la tarde.
Saludo a los chicos. ¡Dios!. No podía hacer nada, ellos no conocían la verdad.
Lo abrazaban, lo besaban. Y él, les pasaba sus máquinas, con sus abrazos, con sus besos.
Dijo estar preocupado. Otra mentira más, otro engaño.
¿Qué tan lejos iba a llegar? Podía fingir preocupación, angustia... Cualquier persona caería en esos engaños. Yo no.

-Pedí unos días de vacaciones adelantados. Hubo problemas al principio. Es una época complicada, bueno… no importa. Amor, estaré junto a vos en casa. Voy a cuidarte y saldremos juntos de esto.-

¡Mentiroso!
Esa cosa quería terminar con su plan. Solamente faltaba yo, mis hijos no iban a sospechar nada, cuando él me cambiara, cuando me infectara con sus asquerosas máquinas.
Eso lo sabía.
Los chicos en unos días, se iban a ir de viaje con el colegio, solamente un fin de semana. La idea de quedarme en casa sola con esa máquina, me aterraba. Pero también sabía que era el momento justo, sería el fin, buscaría la verdad.

Entró por la puerta, dijo algo sobre una cita con un médico, dijo que me llevaría. Que estaría bien. ¡Quiere encerrarme, quiere quitarme del camino!. Sabe que soy un estorbo.
Yo estaba en la cocina, se acercó por detrás mio, mientras yo cocinaba.
Estaba fingiendo preocupación, estaba hablándome sin parar. Más mentiras, más palabras y sentimientos vacíos. Llegó el momento de terminar con ese impostor.

-Tengo amigos, médicos, doctores, psiquiatras, pueden ayudarte, ya hable con ello, podemos ir mañana a la clínica… Amor? me escuchas?-

Basta, estaba harta…

-YO NO SOY TU AMOR!- Grite

Es increible cuanto avanzo la tecnologia, cuán lejos había llegado todo. Sus máquinas, pequeñas, apenas visibles al ojo humano, brotaron de su cuello cuando hundí mi cuchillo en él. Imitaban el color carmesí de la sangre, su calor, su textura.
Cayó al suelo, observando con los ojos perdidos.

- ¡Lo sabía! Mentiras, más y más mentiras! Podrás haber engañado a todos pero no a mi!-

Saque el cuchillo de su cuello y lo alce en el aire, con las dos manos, firme, agitada pero decidida.
Y arremeti varias veces contra esa cosa.

-¡Mi esposo!  ¡¿Dónde está mi esposo?!- gritaba mientras seguía hundiendo el cuchillo en su pecho, en su estómago, entre todas esas piezas y mecanismos. No sé por qué pero en un momento pareció dejar de moverse, de defenderse.

-¡No finjas que mueres basura! ¡Tú no tienes alma, tú no respiras, ahora ni nunca!-
.
Lo entendí, es una máquina. Las máquinas tienen un núcleo, tienen un centro eso que les da órdenes, aquello que los guía. Solo había un lugar en donde podría estar.
Piel, ojos, nervios, cráneo, membranas, las máquinas imitan casi a la perfección el tejido humano, pero ahí, en medio de todo ese desastre, en el medio de todos los circuitos que componen su cabeza, estaba mi prueba.
¡Un chip! ese que le daba órdenes, aquel que le permitía hablar con sus amos, ahí estaba.

La escena en la cocina era desoladora, un desastre, estaba sucia. ¡Yo estaba sucia! Tenía sus partes en mis manos. Corrí y me lave. Tenía que quitarme esas cosas de encima. Estaba mareada, excitada, temblaba. Me di cuenta que no había terminado.

¡Mis hijos!
Ellos fueron una causa perdida, fui una tonta, tuve miedo, los dejé mucho tiempo con eso, los cambiaron, mis pobres niños, mis amores.
¡No!. Mami estaba ahí!, Espere pacientemente. Ya sabia que hacer, ya sabia donde buscar. Los impostores llegarian tarde o temprano.
Fingí como esa cosa hizo conmigo, fingí con ellos.
Los atraje a mi trampa.

Mami les quitó el chip de sus cabezas.

Nahu

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