Desde que te vi,
mi mundo dejó de girar sobre sí mismo
para rendirse enteramente a tu órbita.
No hay estrellas, no hay luna,
solo vos, sol implacable
que me domina sin saberlo.
Es como si la tierra se hubiera vaciado,
como si cada sombra se desdibujara
y solo quedaras vos,
gravitando en cada uno de mis pensamientos,
en cada suspiro que solo sabe pronunciar tu nombre.
No existe otro en la tierra
que posea la magia de tu presencia;
Soy prisionera de tu toque,
que detiene el tiempo y embelesa mí piel.
Fue tal vez un hechizo,
una magia antigua que arrojaste a mi alma,
un conjuro silencioso que me convirtió
en tú satélite perdido,
sin más destino que seguirte,
una y otra vez,
eternamente tuya.
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