Imperdonable

No puedo perdonarlo.

Y no es porque me quede estancada en el rencor, es porque hay cosas que atraviesan tan hondo que marcan para siempre. Porque hay heridas que no se cierran con excusas ni con “yo también lo pasé mal”.

Estuve en riesgo vital.

Estaba luchando por mi vida, frágil, vulnerable, necesitando sostén, amor, presencia…

Y él, que decía amarme, no estuvo.

Se ausentó, postergó visitas, me dejó esperando.

Y cuando por fin me dieron el alta, cuando apenas comenzaba a ponerme de pie, ahí fue cuando eligió soltarme. Cuando más lo necesitaba, me dejó.

Eso no se borra con el paso del tiempo.

Pasen los meses que pasen, no encuentro una forma de justificar que no haya estado.

No puedo perdonar que no haya sido capaz de sostenerme en el momento más crucial.

Porque no se trata solo de amor, se trata de humanidad, de cuidado, de compromiso.

Me duele recordar.

Pero más me dolería mentirme para aliviar la ausencia.

No. No fue justo. No fue amor del bueno.

Y por eso, aunque lo haya amado tanto, no puedo perdonarlo.