(III) Desde el reflejo

Relaciones líquidas, vínculos frágiles como azúcar en el café tibio de la semana pasada, algo saturado, más bien desmesurado de emociones. A veces pienso es que mejor no decirlo por qué no se cómo decirlo, no se interpretar ese yugo que desaparece, que me hace desaparecer. Existirán esos escenarios, esos donde la improbabilidad de una conversación inesperada no parece algo tan descabellado. Con cada ronda que daba alrededor de salón, escuchaba esa armonía que marcaba con sus pasos, ese ritmo seco lento y firme en las curvas, rápido y a contratiempo en los pasillos. En cada giro de esquina recibía esa mirada perfilada, algo curiosa, tímida. Mientras, pensaba cómo avanzaría la situación, un suceso de ficción, una apropiación acelerada de esta incógnita marcada por las probabilidades. ¡Qué dificultoso es describirlo y pensarlo!, es una cronología de un suceso, la armonía compuesta por una escalada de notas profundiza sus vibraciones en el ansioso tímpano. De fondo se crea una mezcla de diversas variantes con distintas notas, tono, ritmos e intensidad. ¿Puedes detenerte a escuchar este ecosistema invisible?, que casi cobra vida cuando chocan estás ondas sonoras con el subconsciente. Brotan los recuerdos como "palmaditas" en la espalda, ese "flashback" recurrente que te remite a esa sonrisa, a esa mirada perfilada, a esa escalada del árbol apropiado. Es mi espíritu que se va, desea llegar a la altura de ese cielo monocromático, para difuminarse en este compás.
Pero cómo seguir este compás, cuando a cada paso acelera su tempo, al término de cada vuelta me deja más profundo, junto entre dos matices, torres de esa nueva armonía que surge por mi presencia e irrumpe como contratiempo forzado y obsoleto.