Tiempo atrás me preguntaron ¿cómo es tu chica ideal?
Sin saberlo, soñé con tu existir.
No te conocía, pero en mi mente vivías como una imagen conceptual.
Sin conocerte aún te pude describir.
Un día sin más, llegó, sin prisa, distraída,
el aire le seguía buscando poderle acariciar.
Yo, con un millón de sueños guardados,
le miré y sentí que el mundo dejó de girar.
Para ella, era un encuentro tan simple, tan nuevo;
para mí, la charla de siempre con mi eterno anhelo.
La vi y era todo lo que imaginé, pero más,
cada palabra suya me hacía temblar el alma.
Era tan diferente, pero al mismo tiempo, igual,
como un sueño hecho carne, tan cercana, tan rara.
Cada gesto suyo era un misterio que quería desvelar,
y aunque la conocía, aún más la deseaba imaginar.
Poco a poco, sentí algo que no sabía nombrar,
una sensación que crecía, me hacía soñar.
Pero en mi mente, la imagen perfecta no podía separar,
de la mujer real que veía, ¿cómo podía amar?
La idealización me cegaba, no sabía distinguir,
sí era amor lo que sentía, o solo un sueño por seguir.
Me aferré a un sueño que creía debía ser real,
pero entendí tarde que a veces no todo está predestinado a pasar.
La imaginaba, la deseaba, pero jamás pude entender,
qué pensaba de mí, que pensaba de nosotros, de lo que hicimos ayer.
Acepté que no compartíamos una historia, que no éramos uno,
y la tristeza me invadió, era un sueño roto, un asunto sin rumbo.
Ahora cargo con el peso de saber que mi mujer ideal está,
y aunque la vida insista, aún no la puedo hallar.
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