En Un día en la vida, Lennon y McCartney escriben: “me gustaría excitarte/encenderte”, nótese el subjuntivo: me gustaría, no, me gusta. Este “turn you on” define el deseo masculino entre amigos. Es un deseo que sale relativamente un poco por fuera de lo sexual, no es algo que se consume en cuerpos, digamos desnudos, es un tipo de deseo propio de la philía.
Kojève, interpretando al Hegel de la Fenomenología del espíritu habla de deseo humano. Para el ruso, el deseo humano se distingue del animal en que es deseo del deseo mismo, afirmación plena y reconocimiento del otro. Este reconocimiento es lo que hoy llamaríamos algo tóxico, en este tipo de deseo lo que se ansía es que el otro reconozca la superioridad de uno. Si bien para Hegel la lucha es a muerte (dado que la mera existencia de un prójimo descentra mi esencialidad), el psicoanalista Jacques Lacan lo llevará por otro lado. En toda relación se constituye lo que él llama lo imaginario, la producción de imágenes. Y es que ocurre que esta imagen tiene que ver con como somos reconocidos por nuestros pares, y sublimado, sin hostilidad abierta existe en toda relación philíaca un deseo de reconocimiento más o menos despótico.
Pero, yo diría que consiste en una tensión más bien agónica propia de pugilistas. Hegel lo vio claro, si en la lucha a muerte yo mato al prójimo me quedo sin reconocimiento, lo que necesito es que él se niegue a sí mismo. En la amistad lo mismo, yo no puedo perder el vínculo, hay alguien que domina, pero esa dominación no puede ser exterminio. Es sutil, y maquiavélico. ¿Realmente nos comportamos así con nuestros amigos? ¿Realmente necesitamos narcisísticamente sojuzgarlos?
No sé. Me quedo con la idea de deseo humano, la idea de deseo de deseo. Me quedo con la idea de que la bestia humana se alimenta de deseos y no halla sosiego hasta tanto no se satisface en el deseo de alguien que te dice “te veo, te aprecio, sos importante”. De ahí la importancia de los amigos.
En la dialéctica hegeliana el amo (quien vence en la lucha) acaba necesitando más el esclavo que este a sí mismo. El rey necesita súbditos, Dios necesita devotos. El esclavo no, él se relaciona con la materia y el trabajo, pero es otra historia eso (al parecer).
El punto es que necesitamos amigos, porque necesitamos ser vistos. Porque nuestra esencia fracturada necesita una y otra vez ser afirmada por la mirada de un prójimo. Y eso es letal. Los seres humanos nos agrupamos, competimos, nos observamos. Y esta mirada puede ser, como explicó Jean Paul Sartre, masoquista o sádica. Pero necesitamos ser vistos.
Vuelvo a Lennon y McCartney: necesitamos ser estimulados por los amigos. Necesitamos la burla, la chanza, la puesta sobre el tablero de méritos y la pelea por quién es más. Pero también, esto no lo vio Hegel, necesitamos ser tiernos. No solo necesitamos ser reconocidos, sino que necesitamos que se nos reconozca en nuestro reconocimiento. Es una estrategia algo retorcida, amando nos hacemos amables. Cínicamente diremos que es manipulación, y puede ser, pero más bien diría, junto a Erich Fromm, que amar es un arte y es el arte de dar, y en esta dación, nos hacemos más fuertes. El amor es una fuerza misteriosa, y también lo es la amistad. Para Fromm mientras más damos lejos de vaciarnos más nos fortalecemos, otra mirada maquiavélica a la Bourdieu diría que ganamos prestigio, nuestro capital es el prestigio, otro diría que nos hacemos indispensables. Yo creo que hay una pulsión fundamental en dar. La bondad muchas veces es petulancia, y volver a otro dependiente de nosotros es una falta de respeto. Pero, carajo, también necesitamos amar.

Bonchi Martínez
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