Vuelvo a ser humo,
caladas calientes
de la nada misma,
y todo a la vez.
Quemando mis pecados,
pidiendo redención,
suplicando perdón,
pero ni siquiera soy creyente.
Me he abandonado.
No existe oración
que pueda detener
la oscuridad que se me ha instalado en los huesos.
Ni nada que me haga beber mi sangre
y hacerme renacer,
ni consolarme.
De nada sirve el consuelo
cuando tienes el alma tan llena de vapor caliente,
espeso.
Ya es tarde.
Soy humo,
condensada con el aire,
en busca de cualquier resquicio,
esperando ayuda.
Pero es tarde.
Ni las cenizas que dejó atrás,
ni las letras,
ni los poemas,
ni el cosquilleo en los dientes,
ni todo el contenido en la garganta
pueden salvarme.
Porque soy humo,
me expando
hasta que ya no resulto agradable.
Soy humo,
estoy en todas partes,
pero todo es temporal.
Nunca nada me pertenece.
Soy humo.
¿Soy
humo?
¿Quién soy?
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