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    H.P. Lovecraft y el universo insano: el dios indiferente que reina en la oscuridad

    Aug 24, 2024

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    H.P. Lovecraft y el universo insano: el dios indiferente que reina en la oscuridad
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    Lovecraft ha construido un universo donde el horror no se mide en sustos, sino en la aplastante insignificancia de la existencia humana. Este artículo explora cómo su cosmogonía literaria trasciende el miedo común para sumergirnos en un abismo de desolación cósmica, confrontándonos con la ineludible realidad de un universo que no solo es indiferente, sino hostil.

    Pocos autores han dejado una marca tan indeleble en el género del terror como Howard Phillips Lovecraft. Y, sin embargo, no es el miedo visceral lo que define su obra, sino una suerte de terror metafísico que parece emanar de las propias grietas del cosmos. Lovecraft no se limitó a asustar a sus lectores con criaturas monstruosas; su verdadera maestría radica en habernos mostrado un universo indiferente y cruel, un universo donde la humanidad es poco más que un efímero destello en la vasta oscuridad. Para Lovecraft, la mayor fuente de terror es la comprensión de nuestra insignificancia ante lo infinito.

    El universo lovecraftiano es uno que se burla de las pretensiones humanas de conocimiento y control. En su visión, la realidad es un tejido delgado que, una vez rasgado, revela la verdadera naturaleza del cosmos: una extensión infinita habitada por entidades incomprensibles, cuyas intenciones y motivos están más allá de cualquier concepción humana. La llamada de Cthulhu (1928) y En las montañas de la locura (1936), por ejemplo, nos recuerdan nuestra incapacidad para comprender el universo que habitamos.

    El horror cósmico de Lovecraft se diferencia de otros enfoques del terror en su insistencia en la indiferencia cósmica. Para él, el universo no es un lugar de justicia o de orden; no responde a nuestras esperanzas, ni a nuestras oraciones. Los dioses lovecraftianos, como el omnipresente Cthulhu, no son entidades malvadas en un sentido humano; sino simplemente ajenos a nuestra existencia, como un ser humano puede serlo con respecto a una hormiga. Es esta idea la que da forma a la verdadera pesadilla: la irrelevancia de la humanidad frente a un cosmos vasto y caótico.

    Sin redención

    Otro de los aspectos más inquietantes de su trabajo es la ausencia total de redención. En sus historias no hay héroes que triunfen sobre el mal, ni finales felices que restauren el orden. En cambio, la mayoría de sus protagonistas terminan en la locura, víctimas de su propia curiosidad o de una revelación demasiado abrumadora para ser soportada. El conocimiento, en ese universo no es poder; es una maldición.

    El color que cayó del cielo (1927) ejemplifica este enfoque. La llegada de una entidad extraterrestre que corrompe todo lo que toca, dejando tras de sí desolación y muerte. Aquí, la ciencia se enfrenta a algo que no puede explicar ni contener, y la vida humana se vuelve un subproducto desechable de fuerzas mucho más grandes. No hay ninguna lección que aprender, ninguna moral que extraer. Sólo el reconocimiento de que el universo no tiene un propósito que podamos entender o una justicia que podamos invocar.

    Lovecraft y el nihilismo

    En el trabajo de Lovecraft resuena una visión profundamente nihilista de la existencia. Sus criaturas y dioses encarnan la indiferencia absoluta de un cosmos sin sentido. Este nihilismo se convierte en la base de su terror: recordatorio de que, en el gran esquema de las cosas, nada de lo que hacemos realmente importa. Es un concepto que se despliega con toda su crudeza en La sombra sobre Innsmouth (1936), donde el protagonista descubre no sólo la existencia de una raza híbrida humano-anfibia, sino su propia conexión con ella, revelación que destruye su identidad y lo deja sin futuro.

    Este enfoque, sin embargo, no es sólo una negación de esperanza, sino una subversión de las convenciones literarias. El autor desafió las nociones tradicionales de narrativa, introduciendo un tipo de terror donde el enfrentamiento con lo desconocido no lleva a la victoria, sino a la aniquilación o, peor aún, a una comprensión que desgarra la mente. Sus protagonistas no son héroes en clásico; sino víctimas de un destino cruel, arrastrados por fuerzas que no comprenden y que, en última instancia, los destruyen.

    A pesar de las controversias que rodean su figura, ha dejado una influencia perdurable en la literatura de terror y en la cultura popular en general. Su creación de un universo coherente y expansivo ha inspirado a generaciones de escritores, cineastas y artistas. La idea de que la realidad es solo una fina capa que oculta un abismo de caos ha sido retomada y expandida en obras tan diversas como El horror de Dunwich (1929) o El que susurra en la oscuridad (1930).

    El enfoque en la pequeñez humana frente a un universo hostil se ha convertido en un pilar del género. Confrontación con lo desconocido, no sólo en términos de criaturas o dimensiones, sino en la confrontación con una verdad: que en el gran esquema del cosmos, no somos nada.

    Valentina M.

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