I.
El expreso de café nunca llegó a ser mi favorito,
ni mucho menos una opción que ocupará
mi mente en las salidas a meriendas con
amigos. Sin embargo, el té siempre fue
aquella sana opción dentro de mi confort.
II.
La suavidad de su sabor endulzaba
mi paladar sin igualarse a cualquier
aperitivo que le siguiera, lo fácil y
divertido que era combinarlo con
dulces era lo que generaba aquella
sensación de calidez hogareña en
la bebida.
III.
Todas las tardes me sirvo en
incontables tazas la misma
rutina de té: el sobre, azúcar,
y de vez en cuando algo que
me devuelva la ternura a mi
estómago.
IV.
Ahora que recuerdo el color
de tus ojos, no dejo de pensar
que esos dichosos orbes que
persisten mis miradas más
inocentes y juguetonas pueden
materializarse en una bebida.
V.
El dulzón de tus labios, ese que se
incrusta en los míos con tanto
fervor, la suavidad de tus manos
al dirigirse a mi cuerpo en las
tardes más frías, lo fácil
que es verte combinar halagos
con poesía solo para hacerme
sonrojar.
VI.
Eres esa taza de té que anhela
mi alma. Mis tardes se ven
empalagosas con tu presencia
en ellas, tus abrazos se han
vuelto mi azúcar diaria y tu
amor sin duda es el mejor
acompañamiento posible.
VII.
Porque prefiero referirme a
vos con el dulzor del té, que
a la acidez de un shot de
expreso.
Porque, muy dentro mio
sueño con que me acompañes
cada tarde a tomarlo, y que
en cada taza este descripto
el inmenso amor que te
tengo.
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