El 2 de febrero de 2016 atravesé el umbral del séptimo A de Independencia 624.
Las paredes en partes,salvó donde abuse del uso de clavitos para soportar mi metamorfosis artística, llevan el mismo látex de interior blanco que me miraba de frente ese caluroso febrero.
Así es ,mi casa. Creo que tarde año y medio en poder nombrarla, la configuración espacial que delimitaba un mundo interior para el mundo exterior y un mundo exterior para mí mundo interior. Esa podía llamarse mi casa, a ese espacio podía atribuirle su carácter de lugar para pertenecer y desde ahí ser para el mundo.
Mi cuerpo en una coreografía de ocho años fue expulsando vacío hacia algún lugar ajeno. Quiero creer que en algún mapa onírico quedan vedados nuestros pasos y esquemas de ese andar continuo en huellas que impartimos por la vida.
Hoy que la nostalgia reviste una despedida que comenzo hace poco más de un mes me permito recordar y extrañar aún antes de haber cerrado la puerta por última vez.
Es que acaso es evidente que me aterran las últimas veces porque como dice Paul Bowles "Llegamos a creer que la vida es un pozo inagotable, sin embargo todo sucede solo un cierto número de veces".
También creo que la exacerbada nostalgia o la eterna despedida viene con el salto al vacío de una primera vez.
En toda mi vida he tenido una sola mudanza. El venir a Córdoba desde Traslasierra. Nunca conoci el no volver nunca más a un lugar que fue mi hogar y creo que algo de eso me aterra. De todas formas también me da ansiedad no concluir etapas y entiendo la caducidad de algunas. No todo es drama ,también sobreviene la aceptación y la adaptación al cambio.
De todas formas hoy me permito recordar y agradecer.
Estás paredes absorbieron o reflejaron las risas de mis amigxs, algunas comidas de mamá, una eterna luz prendida que acuse de recibo en boletas de epec velaba mis traumas de oscuridad y miedo, llanto, exitos, fracasos, cargaron con creces estantes llenos de apuntes y no conocieron jamás más que tres o cuatro paquetes de yerba pero si una colección interminable de botellitas de coca de vidrio, porque quién podría resistirse a la cocucha del kiosco de la esquina 24 hs.
La relación con mi casa no siempre fue la más positiva, quienes me conocen saben que disfruto mucho de estar en movimiento y mi casa representa en sus 40 m2 quietud. Pero mi séptimo piso representaba un refugio al cual volver luego de un largo día, una cercanía con todos mis lugares de interés y una pausa en un training de muchas postas.
Hoy desde el balcón que use pocas veces pero que me invita a sentarme como si también me despidiera, hago memoria mientras disfruto la vista y la fresca.
Recuerdo mi primer día, ingresé y la claridad absoluta y la ausencia de mobiliarios me enceguecian y en medio de esa ceguera de deslumbramiento pensé que va a pasar mañana ?
Y mañana paso.
Graci
as casita 💕
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