El lunes a la mañana, Sandra llegó a la oficina siendo Santiago. Se afeitó el pelo largo, bajó la voz media octava y se puso un saco azul de su cuñado. Nadie se dio cuenta.
El martes, propuso una idea en la reunión y, por primera vez, la escucharon sin que otro la repitiera más fuerte.
El miércoles, pidió aumento. No le dijeron que “no había presupuesto”, sino que “lo revisarían con dirección”.
El jueves, en la máquina de café, Carlos le contó un chiste machista sin saber que la semana pasada la había interrumpido tres veces en una presentación.
El viernes, renunció.
Cuando la jefa de Recursos Humanos le preguntó por qué, él—ella—dijo: “Porque no me dieron bola siendo Sandra. Pero siendo Santiago, me querían hacer gerente.”
Se fue dejando el saco azul sobre la silla.

Giovanni Battista Manassero
Escribo para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, entre el absurdo, la nostalgia y el mate bien amargo.
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