Creo que he pensado demasiado en la muerte.
Es mi mejor amiga. La conozco desde que tengo memoria y, cada vez que la tengo de frente, conservo el mismo sentir de la primera vez.
No sé dónde vive, pero ella siempre sabe dónde encontrarme.
A veces, quisiera sentarme a platicar con ella, pedir dos tazas de café y decirle:
“Te conozco tanto que creo que siempre estaré lista para tu llegada.”
Pero cuando la busco, no viene.
Creo que me teme.
Podría jurar que sé cómo es su risa, cómo suenan sus pasos.
Creo que ella es lo único que realmente conozco,
y lo único que llegaré a conocer a profundidad.
Pero por ahora, por mucho que grite su nombre en la madrugada, no llegará.
No aceptará el café.
Así que esperaré.
Esperaré hasta que algún día quiera llamar a mi puerta.
Ella me lo dijo cuando era niña:
“Algún día dejarás de esperarme, y ese día, tendré lista una silla a mi lado.
Hablaremos, y por fin, conmigo te podrás quedar.”
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