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    Hoja en blanco

    Abr 7, 2024

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    Una vez más se encontró solo frente a la hoja en blanco, simple y desafiante, y su anterior pasatiempo se volvió un martirio. Su mente quedaba en blanco ante las infinitas posibilidades y formas que ofrecía ese espacio vacío, las historias que antes fluían de sus dedos al teclado ahora se negaban a salir y los caminos, antes sinuosos pero claros se negaban a dibujarse en la pantalla.

    La trama ya no encontraba ni principio, ni peripecias, ni final, los personajes ya no tenían un propósito, solo vagaban por líneas inconexas en su mente, incapaces de decidir por donde encauzar las acciones de su vida. Historias pasadas se abrían y cerraban, intentando revivir tiempos en los que todo era esperanza y decisión, en los que el sendero parecía seguro y la verdad, aunque esquiva y difusa, estaba ahí a punto de asomarse, donde el conocimiento daba seguridad y donde la seguridad, aunque nunca fuera del todo firme, daba un orden a los peldaños de esa escalera que era su vida.

            En esos momentos, cuando la última luz del día se resistía a irse, cuando el Domingo se acercaba ya a su fin y la sombra de la semana volvía a asomarse se renovaban una vez mas sus intenciones y sus ruegos, se volvía a ver como ese hombre en busca de sentido del que había leído, como ese caminante incomprendido al que la certeza de que todo iba a ser mejor impulsaba a seguir, aquel que sentia que comprendía el mundo y que se daba a otros con sacrificio y humildad, aquel miserable que cual personaje de novela afrontaba sus miedos y su pasado, y seguía, con la cabeza erguida y la vista en el mañana.

            Pero seguía estando la hoja en blanco, impasible y serena, mirándolo desde todos los ángulos, esperando a que se decidiera, a que tomara un rumbo. ¿Cuál rumbo?, cualquiera, cualquier elección le venia bien, cualquier camino que el escritor decidiera estaría bien para ella, pero el hombre cansado y mareado por las opciones no se decidía, no podía elegir como iba a equivocarse esta vez. Seguía esperando con toda la atención que podía prestar esa señal que le indicara que era lo correcto, que camino seguir, que sacrificio tenía que elegir. La buscaba en todos lados y la encontraba en todos los otros, creía verla en una sonrisa y después la perdía en una nueva indiferencia, creía tener al fin la llave y la perdía en una nueva critica.

            Eran muchos quienes habían intentado una y otra vez ponerle una trama a la parte incompleta del papel, eran varios los que seguían intentando darle historias a su personaje principal, eran muchos otros los que intentaban llenar ese vacío que se dibujaba en la pantalla. Ya fuera que se fuera a vivir solo, que estudiara un máster, que volviera a intentar con esa chica, que intentara con otra, que renunciara a su trabajo o que se quedara, que no le hablara más a cierta gente, que hablara con cierta otra, que se comprara un auto, que pidiera un préstamo hipotecario, que pidiera un ascenso, un aumento, un nuevo puesto, una nueva tarea, que fuera así, que fuera asa, que hiciera esto que hiciera aquello, que viajara allí, que viajara allá, que se quedara ahí o que se quedara allá, que tuviera un cuarto solo o que lo compartiera, que creyera en esto o que no creyera, que hiciera las cosas de una forma o que las hiciera de esta otra manera.

            Lo que pensaba de la vida para adelante era para el un misterio, un gran agujero al que ya no entraba la luz, porque todo lo que hasta ahora había pasado le demostraba que los grandes planes no existían ya y que lo que antes dibujaba en su mente ya no pasaba como el quería. La vida para adelante tenia solo algunas partes claras pero muchísimas sombras, la vida para adelante era el problema de su vida, su profesión estaba en duda, sus ambiciones no parecían llevar a nada y ese deseo de una vida simple y tranquila, de una familia y de paz mental parecía cada vez más lejano. 

            La libertad, esa que tanto lo cautivaba antes y con la que se inflaba el pecho al respirar y llenaba sus ilusiones había dejado de ser una aliada para ser una amenaza, una fuente de peligros y errores, un sinfín de caminos que se abrían sin que se viera el final, una ansiedad que lo invadía todo y lo paralizaba, un pasillo infinito con espejos a los costados y adelante, recordatorio constante del juicio sobre si mismo, suyo y de los otros, de todos los otros que caminaban con el a los costados del pasillo o que sin caminar lo miraban desde arriba, expectantes y juiciosos a sus pasos vacilantes.

            Seguía el teclado mudo, y las teclas expectantes, peones de la imaginación y el intelecto deseosos de entrar en combate. Las ideas sin embargo se resistían a materializarse y lo único que quedaba era la esperanza ante esa realidad tan cortante. Esa era la historia de su vida, líneas vacías esperando a iluminarse en una penumbra que todo lo invadía, párrafos nunca escritos, palabras nunca dichas de bocas que no se movían, y la ansiedad, esa ansiedad que todo lo roía, intentos que se borraban, historias que se cortaban, planes que al principio seguros luego se cancelaban, personas que aparecían y después se iban, listas de objetivos vacías y sin vida.

            La hoja en blanco estaba y ahí seguía, y seguramente por un tiempo ahí seguiría, pero aún tenía la esperanza de que la inspiración que tanto buscaba llegara y lo inundara y que la decisión, aquella que tanto añoraba, lo embargara y de a poco la hoja se llenara. Por eso se sentaba a escribir cada Domingo y se levantaba cada mañana, y sufría y reía y lloraba, porque en el fondo, muy en el fondo sabia eso que nadie más sabia, tenía en su interior lo que nadie más creía; la hoja no estaba del todo en blanco, no estaba tan vacía, en realidad tenía muchas líneas que todavía no escribía.

    Jean Valjean

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