No recuerdo en qué punto de mi vida deje de creer en Dios.
Pero recuerdo perfectamente el día en que nuestras miradas coincidieron por primera vez.
Llegué a casa dándole vueltas en mi mente, y en la noche me arrodillé a un costado de mi cama, elevando a cielo una plegaria egoísta:
"Querido Dios, quiero que sus ojos me miren solo a mí"
Luego de eso, recé todas las noches para convertirme en algo, cualquier cosa en el mundo, que pudiese despertar en ti un ápice de deseo.
Me convertí en devota, cosa que ni siquiera trece años de arduo estudio en un colegio católico lograron hacer, y tú lo hiciste solo con mirarme.
Cuando decidiste irte, recordé por qué nunca había creído en Dios. Aún así, de vez en cuando, rezo para que vuelvas.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión