existo como poemario
ocupado por el filo
que sobre mi carne narra
tus versos de sangre.
cada cicatriz, río bermejo,
recorre llanuras y valles,
susurra tu nombre
en la forma más suave.
cada relieve, un beso robado,
un gesto de amor que solo es nuestro.
mi piel, lienzo y relicario,
abraza tu cuidado punzante;
y en cada trazo
descubro la ternura escondida
tras tu furia mortífera.
aunque la sangre nos recuerde
la fragilidad de lo efímero,
sonrío ante la eternidad
que construimos en cada ritual,
en cada corte que nos transforma y une.
tus incisivos himnos carmesí
se vuelven promesa;
y yo, devota,
me entrego a la belleza
de tu amor punzante,
sublime en su violencia,
tierno en su intención.
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