Para en las serranías viejas perecer, fuimos
con los tobillos presos, del útero expulsados.
Mas la mueca de azares una cuna nos dio
del cerro que debía ser nuestro cementerio.
Rotas las ataduras, con juventud liviana,
dos pasos por zancada dimos pecaminosos;
dando caza al futuro, dimos muerte a los padres
e hicimos de la madre nuestra, una amante dulce.
Todo compás y escuadra habremos de quebrar
para con broche de oro prender al sol la vista:
que ojo de luz asido, ni una imagen más quiere.
Son padre, hijo y hermano un artefacto humilde
del cual abusaremos por ganar la carrera
hacia el significado: estos somos los jóvenes.
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