La ciudad no cambió.
Las farolas aún encienden el camino que solíamos tomar como si nada hubiera pasado, como si tus pasos aún siguieran ahí, acariciando el asfalto con esa forma tuya de andar.
Ese café, ¿sabes?, sigue oliendo igual.
A vainilla, a humo y a madrugadas.
Pero ahora me da náuseas.
Todo sigue intacto.
Todo... menos tú.
Hay ausencias que no se llenan.
Ni con el tiempo, ni con el llanto, ni con los silencios mal disimulados que se cuelan entre los días.
Es como si tu nombre se hubiera quedado atrapado entre mis costillas, repitiéndose bajito, como un eco enfermo.
Yo sabía.
Claro que lo sabía.
Aunque me mienta a veces diciéndome que no lo vi venir.
Yo lo sentí en tus pausas.
En cómo dejaste de contestar tan rápido, en cómo el futuro dejó de asomarse en tus frases.
Yo lo vi cuando tus ojos empezaron a mirar algo que no era mío.
Y aun así... no hice nada.
Me callé.
Como si el silencio pudiera salvarnos.
Te dolía.
Y yo...
Esperando que el amor fuera suficiente, que tú supieras que yo estaba, aunque no supiera cómo.
Qué ironía tan cruel: estar y no saber cómo estar.
Siempre pensé que habría tiempo.
Tiempo para pedirte perdón.
Tiempo para detenerte, para impedir que cruzaras esa puerta.
Pero el reloj también se cansó.
Y tú… te fuiste.
Sin despedirte.
Sin ruido.
Sin explicaciones que pudiera odiar.
Cuando me dijeron cómo.
Cuando me dijeron dónde.
Fue como si se apagara el mundo en seco.
Ese lugar… ese rincón… era nuestro.
Y sin embargo, fue el último que te recibió.
Y no fui yo quien estuvo ahí contigo.
Ahora vengo cuando todos duermen.
Me siento en el mismo suelo donde dejaste tu sombra.
A veces me tumbo, dejo que la luna me atraviese el pecho y me invento que me estás escuchando.
Que tus manos aún están frías por el viento de esa noche, pero que puedes oírme.
Que me hablas.
Heladas lágrimas de amor,
el cielo fue quien las heló.
Tú fuiste ese amor.
El que no se repite.
El que no se sustituye.
El que duele incluso cuando ya no debería doler.
Y aquí estoy, sin decir adiós.
Contando esto como si aún pudiera cambiar algo.
Había alguien junto a mí, y simplemente lo perdí.
No hay nada más, la historia es así.
- D. Duality -
Carta I a mi alma
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