Aquella vez que me sentaba
a maldecir que eras de otro,
me dolía saber
que aquel retrato tuyo
se manchaba de mis injurias y penas.
Aborrezco
la tarde en que intenté pincelar tus curvas,
tus gestos,
tus silencios.
Me mostraste el alma,
tu carne,
tu pecado.
mientras yo,
quieta,
me arrastraba en trazos de un amor con dueño.
El calvario no sería eterno
si pudiera aceptar mi derrota.
Pero no lo hago.
No lo haré.
Me quedé con tu retrato,
con esa imagen que se clavó
en mis días rotos.
Pero él…
él se llevó todo lo demás de ti.
Y sí, es triste.
Él te tendrá
hasta que tus huesos se pudran,
hasta que el tiempo te diluya.
Pero yo…
yo te tendré hecha pintura.
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