Música clásica nutre mi mente mientras manifiesto mi testigo.
Observo y maldigo a la discordia
Porque fui testigo, testigo del mal,
de la sangre putrefacta cayendo,
derramándose en gotas chinas:
un tick tack que fortalece, y reafirma,
lo inevitable, pero aún así prevenible,
de la muerte.
He visto el mal en mis más oscuras pesadillas,
ojos desconocidos y ficticios pero no imposibles.
He visto el mal en la lengua, lágrimas y gemidos de madres, abuelas, hijos, hijas, víctimas,
víctimas del odio humano, monstruoso, inerradicable.
No me pidas que me calme,
porque he sentido el mal en cada mirada,
silenciosa pero perversa;
lo he sentido en mi miedo,
terror de pasear a solas,
horror a lo que es tan ajeno pero tan cercano...
cada paso,
cada hondeo en las telas de mis vestidos,
nadie puede garantizarme nada.
Así que no pidas que me calme,
pues todos hemos visto el mal
y el mal nos ha mirado a nosotros,
con una rosa y palabras amables entre manos, esperando,
para desafiar al tiempo,
en contra de todo reloj.
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