He aquí.

...

El cuento de nadie más.

-Si tuviera siete vidas, y no fuera un gato, te regalaría las que precisaras para cumplir tus sueños.

-¿Y los tuyos?

-En este momento mi ilusión es que tú seas feliz. Con eso y no pasar frío...

-Pues... Me gustaría vivir en Islandia.

-Pero no a cielo abierto, espero.

-¿Te vendrías conmigo?

-Cada vida que tenga.

-¿Y si yo no quiero?

-Entonces, tu cielo sería mi infierno.

-¿No te parece muy fuerte todo lo que dices para una conversación así al vuelo?

-No me gusta hablar del tiempo.

-Pero hay término medio.

-¿De qué quieres que hablemos?

-Ni idea. Yo solo quería tomarme una copa tranquila.

-Las copas no suelen ser nerviosas.

-Además de intenso eres gracioso ¿No?

-Supongo que tengo mis momentos.

-¿Como te llamas?

-Arsenio.

-Tambien en eso eres original.

-Eso sería por mérito ajeno. ¿Y tú?

-¿Yo?

-Tu nombre.

-Juguemos.

-¿Quieres que lo adivine?

-Sí. Te dejo hasta tres preguntas.

-Déjame que piense.

-¿Qué bebes?

-¿Me vas a invitar?

-Supongo que puedo.

-Por mí no hay problema. Vodka negro.

-Otra originalidad ¿A palo seco?

-Proscopio ya sabe como lo quiero.

Y así siguieron, bebiendo y charlando en aquel bar de agradable ambiente. (Caro de testículos).

Ah, el nombre...

"Solo el tercero".

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Ya sé, ya sé, así no puede llamarse la dama, y es que de la dama no sabremos aquí el nombre. Ese que señalo es el llamarse del bar escenario. La referencia, se lo cuento porque me parece interesante, es la enumeración doctrinal de los siete pecados capitales.

La escena relatada no tiene final por respeto a las víctimas y porque se me hizo tarde para seguir atendiendo a vidas ajenas, y al día siguiente Proscopio no supo o no quiso informarme de cómo progresó la cosa. (La discreción del camarero sucede a veces al modo de la de los confesores).

En fin, que esta historia queda así, como todas las historias quedan sin acabarse. Ni con la muerte sabemos lo que sigue. Y siempre sigue.

He aquí otro punto y aparte.

Vale

Para el bueno de Gabriel.