Hay veces que el olvido no sirve y está bien eso. Hay mucha presión para olvidar. Y para recordar. Exigimos a nuestro ser que distinga entre las dos, a nuestro cerebro que funcione como una tela que sólo deja pasar por sus poros lo importante. Fíjate que es eso que es fácil para vos recordar. Una matrícula de un auto. Esa frase que leíste en un anuncio en la calle. El cumpleaños, siete de septiembre, de esa persona. Fíjate de qué te acordás y pensá que quizás no esté mal que eso sea, para vos, lo importante. Dale un descanso a tu cerebro, quizás no hace lo que vos querés pero hace lo mejor que puede y lo hace para vos. Hasta la ansiedad es una manera de protegerte, es la manera que conoce. Acepta sus partes, educalo desde el amor, como a un hijo. Como a quien se ama. Es tan largo el olvido, tan infinito, perpetuo, quieto. Poco lacónico y extremadamente sentencioso, ese olvido. Le agradezco a mi cerebro por lo que recuerda. Lo acepto. Lo cuido. Y también le permito olvidar.
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maría constanza
me he vuelto este año una fan del kintsugi. dejo acá sin pretensiones una de esas tantas piezas.
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