Hay otras alimañas.

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Otro nuevo orden mundial.

EEUU no es un tipo con pelo naranja. El tipo es solo el calcetín con ojos y boca manejado por el dueño del tenderete.

Aquel país lleva décadas manejando la economía mundial con las reglas que él mismo va imponiendo; reglas que han ido creando según un interés particular.

Sucede que el mercado es voluble, el dinero es cobarde, la política es una ciencia inexacta y no todas las guerras le salen a cuenta a quien las provoca. Así, EEUU está viendo como las cartas que hay sobre la mesa, si no se vuelven a cambiar las reglas, no le dan para ganar la partida.

Y ese país (su plutocracia) no está dispuesto a perder sin hacer lo posible por ganar, por mucho que su victoria conlleve la derrota de su propio Pueblo. Los demás Pueblos del mundo, aún importan menos, claro está.

Se ve que con vender armas al mundo, montando guerras aquí y allá, no les da para lo que quieren obtener, y se lanzan, cual gallinas sin cabeza, a un belicismo distinto: el arancelario. Es extraño, porque si bien tienen más armas que nadie, en lo de los aranceles, no sé si su poderío es superior al del resto del mundo. Es un juego al que pueden jugar todos. Pero, en definitiva, es un juego en el que volverán a perder los mismos: los Pueblos del mundo, que unidos o no, serán siempre vencidos.

Yo no sé ni habrá muchos que sepan lo que de veras se cuece en los cuartos traseros o subterráneos de la Casa Blanca ni de ningún color ni olor a gran potencia, pero me da que el telediario solo muestra algún reflejo del brillo del barniz de la mesa del salón ovalado.

Aquí abajo podemos suponer, pero de nada cierto nos enteramos.

Aunque algo sí sabemos, sin lugar a dudas, y es que a esa gente, nosotros, no les importamos.

Nada de nada.