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    Hay noches para los días.

    Dolbach

    Sep 26, 2024

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    Día 21.533

    Es tarde, muy tarde.

    Todo lo que he necesitado saber lo aprendí cuando ya las cosas no tenían remedio. Así ha sido mi vida.

    He pensado en la muerte. La muerte de los demás y la mía propia. He pensado tanto en ella que creo que la conozco más que a la vida. De hecho, la vida, me resulta, siempre ha sido así, un lugar extraño, ajeno a mí.

    Es tan tarde que, ahora ya, nada tiene sentido. Ni lo pasado, ni lo presente, ni lo que pueda ser a partir de este preciso instante.

    Me duele la noche, pero más me duele la claridad del día. Escondido en la oscuridad, siento una especie de seguridad que me abandona cuando el mundo, con el despertar cotidiano, comienza a llenarse de ruidos, de actividad, de gente que pulula de aquí para allá como si tanta nada fuera necesaria.

    ¿Quién, de veras, necesita todo ese ajetreo, todo ese hacer?

    Vivir suele ser un acto estúpido. Vivir es innecesario.

    Me pregunto por qué sigo viviendo. Para qué.

    Llevo toda la vida preguntándome sobre lo que no hay respuestas, dando pasos sin una dirección concreta. Me he metido en tantos líos que todo ha sido siempre un laberinto. Un jodido y enrevesado laberinto.

    ...

    Día 6.573.

    Cumplía 18 años.

    Con las estúpidas amistades de entonces, fuimos a celebrar el evento al centro rico de la ciudad. Ninguno teníamos dinero y aquella era una zona que no nos podíamos permitir en absoluto.

    Una vez más, ya éramos como una banda, asaltamos un comercio.

    Nos sorprendió que todo saliera tan bien y fuera tanto el beneficio.

    Luego caímos en la cuenta. Allí el dependiente no era el dueño y, por encima del dinero estaba su vida. No opuso ninguna resistencia y, además, la caja estaba llena.

    Robar a los ricos, comprendimos, sale más rentable.

    La juerga fue memorable. Según las cuentas en las que decidimos estar de acuerdo, nos habían echado de siete garitos antes de que la policía nos llevara al cuartelillo. De allí no quisieron echarnos, aunque montamos el mismo escándalo que en los bares.

    No era nuestra primera noche en dependencias de ese tipo, pero yo ya era mayor de edad, y eso supuso una nefasta diferencia.

    Había tantos ricos allí como en la seguridad social. Y no es porque no enfermen ni delincan, es.. porque son ricos.

    Fueron, no obstante, amables y me dejaron conservar pluma y libreta, y, entre ronquidos ajenos, logré hilvanar estos renglones. Quizás lo único aceptable de aquella noche.

    Nunca a estrene.

    De una luna nace el día

    y de ella, sin sosiego,

    voy naciendo, a la mañana,

    a este vivir viejo y nuevo.

    No me llena la esperanza,

    que me mengua el desespero,

    y, en creciente nostalgia,

    extiendo al sol mis recuerdos.

    Fui joven sin saber serlo,

    fui niño de altos sueños.

    Fui, como siempre he sido,

    un caminante hacia el duelo.

    No me alienta el despertar,

    no me anima el azul cielo,

    no me alegra el pajarillo,

    que veo cruzar en vuelo.

    Es muy triste mi mañana,

    asomada al triste mundo.

    Y así empieza la jornada,

    y así al mi vivir acudo.

    Me cuesta tanto existir,

    pienso tanto en que no quiero,

    que a veces temo a mis manos,

    a mis ojos y a mis quieros.

    Es despertar una cruz

    que cargo con desaliento.

    Es vivir un mal regalo

    que algún día llevará el viento.

    ...

    Lo demás, lo que vino después, quizás lo cuente algún día, pero no sé si debo.

    Dolbach

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