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Hasta Siempre.

Dec 10, 2025

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Hasta Siempre.
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Ya llevaba unas cuatro semanas encerrada en el segundo piso de lo que llamaba hogar (el confinamiento nos había obligado a tomar ciertas medidas), la verdad era que en el tiempo que estuve ahí solo se podía sentir la preocupación rondando por las habitaciones de la casa, junto a una depresión indescriptible que la acompañaba. Eran las dos de la madrugada, mi cabeza no dejaba de pensar, deseando que los recuerdos sólo se desvanezcan... pero nunca lo hicieron.

Resulta que la gente miente, te dice: "solo es un mal momento", como si realmente fuera tan fácil superar algo o a alguien...

Un día anterior a ese me encontraba en una situación similar. Ya era media noche, por alguna razón me encontraba mirando por mi ventana las tantas estrellas que se dejaban ver, esa noche se sentía tan tranquila, pero de esa tranquilidad inquietante, era muy abrumadora esa sensación. Miraba a todos lados intentando distraer mi mente que me consumía poco a poco, como si supiera lo que estaba a punto de suceder. En eso el sonido de una puerta de metal abriéndose a lo lejos me sacó de mis pensamientos, como si ya supiera lo que pasaba me quede quieta, apretando las sábanas delgadas que cubrían mi cuerpo, se escuchaban pasos apresurados recorriendo el primer piso, iban y venían, parecía que todo pasaba a cámara lenta.

Sentía miedo, miedo de confirmar mis pensamientos. Por primera vez deseaba estar equivocada. Mis pies tocaron el suelo áspero, me levanté de mi cama y salí al pequeño balcón que daba para adentro de la casa. En mi recorrido escuché un grito desgarrador, el frío que sentía desapareció, fue como si olvidara por completo todo a mi alrededor, me asome hacia el pasadizo que quedaba debajo de mi balcón, no veía a nadie... pero sus voces resonaban en mis oídos, como cuando traía puestos mis audífonos a un volumen tan alto que era incapaz de escuchar a mi madre gritar mi nombre.

Los gritos desgarrando sus gargantas y los llantos con lamentos se escuchaban en toda la casa, me apresure a bajar las escaleras, en mi mente solo estaba ese pensamiento que tanto odiaba. Al llegar al principio de las escaleras vi a mi madre, en su rostro reflejaba tristeza y podía ver sus ojos cristalizados queriéndome decir lo que pasaba, pero simplemente las palabras se quedaban atrapadas en su boca. Mire a mi madre a los ojos y ella trató de tranquilizarse lo mejor posible, y luego esas palabras salieron de sus labios... sentía como si alguien hubiera apuñalado mi corazón.

—El papá Juan falleció. —dijo con voz quebrada tratando de aguantar las lágrimas en sus pequeños ojos.

"El papá Juan falleció" sus palabras se quedaron en mi mente como si fuera un disco rayado que repetía y repetía lo mismo... el "papá Juan" así lo llamaban todos, al hombre más viejo de la casa. En ese momento deseaba ser pequeña otra vez, tal vez así mi madre me hubiera endulzado el oído ocultando la verdad detrás de míseras mentiras.

Mis predicciones eran correctas... esa enfermedad acabó con él, era como una maldición.

Las manos de mi madre cubrían su rostro mientras que su cuerpo temblaba, los gritos de dolor no cesaban, miré a mi izquierda y vi esa escena que me partió el alma. Mi familia se estaba derrumbando. Mi madre se trataba de alejar de mí sin querer tocarme, ella también se estaba desmoronando, no lo pensé dos veces y la acerque a mí para rodearla con mis brazos.

Mi rostro no expresaba sentimiento alguno, como si alguien los hubiera apagado, mis lágrimas no brotaban, mis orbes oscuras se mantenían pérdidas por el lugar, solo seguía escuchando el llanto de mi familia y el sollozo de mi madre. Más mi mente era un caos total, los pensamientos comenzaron a nublarme por completo, hasta que la mujer que tenía en mis brazos se alejó algo más calmada.

—Iré a traer agua... la señora María se a alterado demasiado. —habló con una mirada perdida mientras se dirigía a la cocina.

Solo la observé un momento y luego dirigí mi vista a ese caos completo. Me acerque hasta mi abuela que se encontraba sentada en una silla en medio del pasillo, ella seguía llorando y lanzando quejas al aire, mis tíos cada vez se ponían peor al escuchar los llantos de su madre. Uno de ellos se me quedó mirando, como si estuviera buscando una explicación sobre mi actitud tan tranquila, claramente no logro encontrarla.

La parca nos había hecho una visita inesperada y nos había arrebatado algo como si fuera nada, se lo había llevado como un recuerdo de su visita a este mundo.

La aguja del reloj ya marcaba la una y treinta de la mañana, el ambiente se encontraba más tranquilo, más un silencio sepulcral inundaba la casa, pero aún así decidí subir a mi habitación, avise a mi madre y ella solo asintió.

—Ve a dormir un poco —Me dijo mientras arreglaba unas cosas

—Estaré arriba por si necesitan algo —Hable con simpleza y subí las escaleras.

Me encontraba otra vez en ese cuarto oscuro, las estrellas seguían relucientes pero esta vez sentía un vacío indescriptible. Seguía sentada en mi cama, solo con las piernas tapadas, había sacado una bolsa de dulces que mantenía escondida en mi armario (me la dieron para comerla poco a poco con mi hermano en el tiempo que quedamos encerrados ahí arriba). Probablemente ya me había comido la mitad de la bolsa, pero eso simplemente no era importante en ese momento, mi cabeza seguía perdida en mis pensamientos mientras seguía comiendo.

Traté de llorar pero simplemente mis lágrimas se negaban a salir, tal vez mi mente aun no lograba asimilar lo que había ocurrido... o simplemente se negaba a aceptarlo. Mis ojos estaban abiertos de par en par y una mísera lágrima recorrió lentamente mi mejilla...la única lagrima que logré derramar ese día.

Ya ha pasado un mes aproximadamente de la noticia y del entierro al que no pude asistir. Mi cumpleaños número quince llegó, mi familia estaba reunida, mis abuelos maternos estaban por llegar. Mi vestimenta era sencilla, usaba unos pantalones anchos y una camiseta verde, no tenía ganas de arreglarme más, la puerta sonó y fui a abrirla.

—Es el papito Jorge —Escuche decir a mi madre desde el gran salón, mientras abría la puerta.

—¡Feliz cumpleaños mi chiquita! —Exclamó entusiasmado un hombre de avanzada edad, mientras entraba con una pequeña bolsa en sus manos y un bastón en la otra.

—¡Muchas gracias! —Di una sonrisa, aunque últimamente estaban vacías.

Mi abuelo extendió su mano en mi dirección dándome la pequeña bolsa que traía.

—Esto es para ti, no es un regalo muy grande pero es con todo mi cariño —Exclamó con una dulce sonrisa hacia mi.

Tomé la bolsa y saqué su contenido, era una pequeña caja de tonos rojos con un colgante y unos pequeños pendientes que brillaban ligeramente.

—¡Qué lindo! Muchas gracias...—Agradecí con una sonrisa mirando aquel regalo entre mis manos.

—Sé que estos meses no han sido nada buenos, pero sabes que todos estamos aquí, unidos como la familia que somos. —Habló, mirándome a los ojos con una cara algo preocupada.

Mi cuerpo no resistió más... lo abracé con fuerza ante la mirada de algunos miembros de mi familia. Mis lágrimas comenzaron a brotar como nunca antes, mi cabeza solo prestaba atención a las palabras de ese hombre gentil y mis gritos resonaban por todo el gran pasillo. Las lágrimas que no había derramado el día en que se fue se multiplicaron esa noche, sentía mi cuerpo más ligero después de desahogar todas mis penas. Recuerdos inundaron mi mente, imágenes de ese hombre que marcó mi vida se encontraban rondando mi cabeza mientras sentía mi corazón encogerse... uno de mis tres padres se había ido para siempre.

Algún día en algún lugar tu y yo nos veremos, tal vez en el jardín de la memoria... o en el palacio de los sueños, puede que sea ahí donde nos encontraremos.

Hasta siempre.

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10/2022

V. Naomyra Aylleon

V. Naomyra Aylleon

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