mobile isologo
buscar...

Hasta que un día desaparecí

ana

Mar 16, 2025

79
Hasta que un día desaparecí
Empieza a escribir gratis en quaderno

Internet y yo crecimos prácticamente juntos. Cuando nací, la conexión a internet era lenta y cara, las redes sociales no existían y no todas las casas tenían computadora. A medida que fui creciendo, el acceso a internet se facilitó y surgieron las primeras redes sociales.

La primera red social que usé, como la mayoría de millennials, fue MSN. La idea de poder hablar con cualquier persona me fascinaba (ahora me asusta un poco y pienso que era bastante peligroso). Pasaba horas en el ciber de la esquina charlando con los cinco contactos que tenía: mis amigas, una prima de Buenos Aires y un amigo que conocí en la aplicación.

Todavía me acuerdo del día que me creé un perfil en Facebook. Escribía en un cuaderno ideas de estados e imágenes que iba a publicar cuando finalmente pudiera ir al ciber y conectarme. Incluso en ese momento, cuando claramente no tenía internet en casa, llamaba a una amiga por teléfono, le daba mi contraseña y le dictaba lo que quería que publicara en mi estado o los mensajes que debía enviar por mí.

Otra red social en la que incursioné cuando solo podía conectarme en el ciber fue Twitter. Entré por primera vez porque en la televisión transmitían una edición de Gran Hermano donde los participantes podían tuitear una vez al día. Así que sí, mi primera cuenta fue una cuenta fandom de un participante de Gran Hermano (lo cual me resulta muy gracioso).

Cuando finalmente tuve internet en casa, gracias a un celular que funcionaba como módem, exploré Blogspot y creé mis primeros blogs bastante mediopelo. Publicaba uno o dos escritos que nadie leía y despues los eliminaba. Me obsesioné con Blogspot, leía todo el tiempo, y así fue como terminé en los blogs Ana y Mia , de los cuales muchas fuimos víctimas, pero esa es otra historia.

A los 14 años me regalaron mi primer smartphone. Lo esperaba con ansias desde hacía meses y ya tenía todo planeado: las redes que quería tener, los nombres de usuario que iba a usar, mis primeras publicaciones y hasta los hashtags que iba a poner en los copys. Así fue como, una semana despues de que cumpli 16 años, ya tenia cuentas en Instagram, Tumblr y We Heart It, y publiqué exactamente lo que había planeado.

Lo que más me gustaba de las redes era que en cada una podía ser una persona distinta. No era la misma en Instagram que en Tumblr, ni en Twitter. En cada red tenía un nombre, una foto y hasta una forma de escribir diferente. Fui creciendo y las redes se volvieron cada vez más importantes. Tanto que, en algún momento, ellas empezaron a dominarme a mí y no yo a ellas. Nada de lo que publicaba era espontáneo.

La música que escuchaba en Spotify tenía un propósito: obtener un buen Spotify Wrapped a fin de año. Si notaba que hacía mucho que no escuchaba a un artista que quería que apareciera en mi resumen, me obligaba a ponerlo en bucle durante días. Mi perfil de Pinterest no era un moodboard de lo que realmente me gustaba, sino de lo que quería que los demás pensaran que me gustaba. Mi Letterboxd y mi Goodreads estaban llenos de registros de los mejores libros y películas, no porque realmente los disfrutara, sino porque era lo que "debía" verse. Todo estaba pensado en base a lo que los demas tenian que ver.

Ni esto ni lo otro.

Durante años, uno de mis propósitos de Año Nuevo se repetía: "hacer más cosas divertidas para poder publicarlas en redes sociales" . No me parecía raro; era lo que todos mis amigos hacían (y algunos siguen haciendo). Ir a cenar a un lugar caro (aunque eso signifique que vas a comer fideos blancos los últimos días del mes) solo para subir una historia. Viajar y pasar horas sacando fotos aesthetics para Instagram. Ir a fiestas a las que no ibas de otra manera, porque todos subían una historia los sábados desde ese lugar. Para mí, siempre era un propósito lograr publicar estas cosas, porque nunca me salía naturalmente. Cuando salía a comer con una amiga, me olvidaba de sacar fotos. Cuando iba a una fiesta, estaba demasiado ocupada bailando como para grabar al DJ. Entonces pensaba que la que estaba en falta era yo, que tenía que aprender a presumir más para que los demás vieran lo divertida e interesante que podía era.

La primera vez que cuestioné esta forma de usar las redes fue cuando empezaron a salirme decenas de TikTokers criticando la imagen impostada que muchos buscan proyectar. Esa vida de lujo, de viajes caros, de éxito constante. Estas influencers promovían mostrarse más reales, vulnerables, sin tanta perfección. Salian en los videos sin maquillar o con la casa desordenada, sin filtros. Ahí fue cuando mi visión cambió y decidí usar mis redes de manera más espontánea, sin tanta planificación.

Pero cuando lo intenté, llegué al punto central de este artículo:

A nadie le importa.

Se habla mucho de este concepto en la creación de contenido: "a nadie le importa lo que hagas, así que no sientas vergüenza, bla bla bla" .

Últimamente, me he preguntado: si a nadie le importa, ¿por qué debería importarme a mí que estas personas vean lo que yo hago? ¿Realmente quiero que lo vean? Si a mi no me interesa ver la vida de absolutamente todas las personas que sigo en redes, ¿por qué debería importarme que ellas vean la mía?

No quiero que me vean transparente, desarreglada o vulnerable. Tampoco quiero que me vean en lugares costosos. No quiero que sepan qué películas veo, qué pienso sobre la política del país, cuál fue el último libro que leí o la última canción que escuché. No necesito que los demás sepan nada sobre mí. No les importo, y ellos tampoco me importan a mí.

Y así desaparecí.

No comparto mi día a día en Instagram ni mis pensamientos en Twitter. Ya no elijo qué películas ver pensando en cómo se verán en mi Letterboxd. No me morí, mi vida no cambió, nadie se ha preocupado, nadie ha visto su rutina alterada porque dejé de existir en redes. Si visité un lugar hermoso, comí algo increíble o leí un libro que me volvió loca, siempre puedo contárselo a mis amigos. No necesitan ver mis historias ni stalkearme en X.

En una época donde todo es público, tiktokeable y requiere una foto como prueba de que estuviste ahí, decidir no compartir mi vida entera en redes sociales se siente como un acto revolucionario.

ana

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión