Las preguntas caen en mi mente
como semillas en un campo de girasoles,
y se disuelven como nieve
en una noche de invierno en Alaska.
Las ideas arden sobre mis pensamientos,
mi mente se inunda de tristeza.
El peso de tu amor
cae más fuerte que una piedra en el acantilado
y suena más alto
que las sirenas que atraviesan la noche.
Mis mañanas se hacen eternas,
comienzan a medianoche.
Y yo me compadezco de mi alma,
que vive en profunda condena.
Cuando los pájaros surcan el atardecer
y la noche se posa sobre mis párpados pesados,
recuerdo cada palabra
que nunca logró salir de mi boca,
y me compadezco...
de mi alma, que vive en profunda condena.
Cuando las olas golpean las rocas
y su murmullo resuena hasta el amanecer,
aguardo cada memoria,
buscando un destello de felicidad,
y me compadezco...
de mi alma, que vive en profunda condena.
Pero yo...
te estaré esperando,
hasta la hora azul.
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