Constantemente mi cabeza revolotea en mi experticia para tragarme el dolor.
En ocasiones, admito, se me atora en la garganta un par de días, incluso semanas, me incomoda al hablar, la oratoria se me da fatal.
Llevo conmigo la conexión anatómica del corazón al estómago, toda una vida cargando un vacío confundido con hambre.
A menudo se me bifurca el futuro, me angustio por el que será y con los dedos en la garganta intento expulsar el acongojo que a este punto no se en donde está.
El martirio de amar con todo el corazón mientras sientes que te quema el vientre, lumbre maldita que acaba con vehemencia lo puro de un sentimiento dolorosamente hermoso.
Devoro al borde del desespero la crueldad y para mi mala suerte siempre se queda aquí, dentro de mi, acechante, en constante espera para finalizarlo todo y sofocarme lentamente.
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