Los ojos de Ander se iluminaron gracias a la luz neón rosada frente a él. Era curioso como la gran marquesina tenía en grande “Hotel Casino Loto” y detrás de aquellas letras vislumbraba una hermosa flor de loto brillando como ninguna otra cosa que hubiera visto antes.
— Ander…Feliz cumpleaños hijo.
Su cumpleaños número 15. Si Ander fuera un chico normal estaría feliz de llegar a dicha edad, pero vamos, no lo era. Su madre había cambiado de residencia dos veces en las últimas semanas y todo por los problemas en que su único hijo se metía, pero para él era inevitable. Era malo en la escuela, todas las materias se le dificultaban y ni siquiera podía leer bien porque siempre se movían las letras impresas en las hojas, se distraía con facilidad, a veces hasta pensaba que veía cosas que los demás no; como aquella vez en los baños que creyó ver un ojo mirándolo en el retrete o aquella vez que fue al zoológico en una excursión y el león tenía por cola una serpiente. Nadie le creyó.
Su madre era estricta, viniendo de una familia japonesa era comprensible que lo fuera. Gritos, regaños, golpes eran su día a día viviendo solo con ella. No recuerda como era Japón, habían llegado a América hacía años atrás en un barco cuando Ander apenas podía sostener su cabeza así que, el único hogar que llegó a conocer era una cajita que llevaba en manos.
Los lugares seguros, no tenían que ser cuartos, zonas o parques sino que también objetos.
— ¿Qué es aquí? — alzó la mirada mirando a su progenitora quién solo negó.
— Entra y esperame en el arcade. Debo registrar nuestros nombres ¿De acuerdo? Sé un buen hijo por primera vez y hazme caso.
Él, decepcionado solo asintió entrando al lugar. Toda la decoración era lujosa, las personas estaban bien vestidas y recibían atención. Pronto se perdió entre las personas no logrando encontrar el arcade, no era tan difícil, seguramente era la zona más iluminada y con adolescentes de su misma edad pero su mirada permanecía en el suelo, las miradas por sus rasgos eran notables.
— Japón se rendirá, la bomba está programada para…
Giró su cabeza mirando al hombre que habló junto a otros, por su vestimenta parecían políticos o gente de alto rango. ¿Ahora que pasó? No entendía las guerras entre naciones, las noticias estaban por todos lados y los periódicos se encargaban de transmitir hasta la última nota más amarillista que pudieran.
— Ups, ¿Estás perdido? — Ander chocó con alguien, una chica que por la etiqueta en su pecho supo que era una empleada del hotel.
— Mm, si, ¿podría indicarme dónde está el arcade?
Ella sonrió y asintió no sin antes ofrecerle un pastelillo de la charola. Él la miró confundido.
— Lo siento, mi madre…
— Es tu cumpleaños ¿Cierto? Anda tómalo.
Algo desconfiado asintió no queriendo tomar el pastel, algo en su interior le decía que estaba mal pero su mano actuó por sí sola tomando el postre y comiendolo al instante.
— Acompañame.
Ander asintió y mientras comía el pastelillo la siguió recorriendo todo el lugar, que era increíble. A medida que se adentraban más y más, veía a las personas divertirse, jugar, comer, todas de diferentes edades y con todo tipo de vestimentas, algunas muy extrañas para él aunque el chico estaba más concentrado en sostener su caja con fuerza y terminarse aquel postre.
El arcade era cómo se lo había imaginado, muchas luces iluminaban el lugar de diferentes colores, potencias y movimientos haciéndolo sonreír. Era el paraíso.
— Es aquí Ander, puedes pedir lo que desees y también jugar. No creo que tu madre se moleste.
Ni bien lo dejó responder regresó por donde habían venido y entonces cayó en cuenta que lo había llamado por su nombre. No le tomó importancia puesto que sus ojos se posaron en una mesa llena de pastelillos y su niño interior deseoso de azúcar creyó que no sería mala idea comer un poco antes que su madre regresara.
Tomó asiento en la mesa mirando de vez en cuando a las personas que convivían dentro, ¿De verdad su madre lo había llevado a divertirse? Parecía irreal.
Sin más abrió su cajita, comiendo un pastelito que sabía a queso, ahora su favorito.
Dentro no había mucho, dibujos, lápices, colores, y una carta de felicitación por parte de su padre cuando cumplió 10 años. Su madre no hablaba mucho de él, pero sabía lo que tenía que saber. Si tan solo pudiera conocerlo.
Tomó la carta desdoblando el papel arrugado y un poco manchado, leerla lo tranquilizaba un poco.
“Ander, feliz cumpleaños. Pronto estaré contigo, solo tienes que esperar, sé paciente estás haciéndolo bien.
- Papá”
— 1940…hace cinco años. — susurró guardando todo de vuelta. — ¿Cuánto más debo esperar?
Bueno, no era momento de entristecerse, su madre había hecho el esfuerzo por hacerlo feliz y no iba a desaprovechar la oportunidad.
Pero sin saberlo, él mismo había puesto el grillete en su pie.

Ander M.
Born from the shadows, forged in the underworld—death bows before me, because I am the son of Hades.
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