Habitarnos, Lado B

En la carencía del conocimiento creí fielmente que no existía un lugar para los dos,
Y, sin embargo...

existe un sitio para ti y para mi.

Para un nosotros...

Como todos los mundos sucedio el nuestro.
Sabia que este universo, iba a envolverme de la misma forma en que lo hicieron otros…
pero distinto a la vez.

Cada mundo tiene su forma de hablar,
su manera de tocarte, de enseñarte cosas nuevas en la piel y el alma.
En cada uno, tuve que detenerme, pensar,
porque había algo que me recorría como un susurro:
el miedo.

Miedo de arruinar el paisaje que se construía.
De pisar donde no debía.
De ser demasiado.

Pero este mundo era distinto.
Un océano.
Un lenguaje en movimiento.
Una forma suave de decir que yo también merecía estar aquí.
Y no solo estar…
sino ser feliz.

Explorarte fue encontrarme.
y entendí que no era por ti que debía moverme…
sino por mí.

Porque por primera vez sentí que, aunque fueras vasto, inabarcable,
una parte de ti me pertenecía.
O quizá…
yo te pertenecía a ti.

En la pausa, en lo cotidiano,
cada gesto contenía un deseo:
ser aún más tuya.

Aprendí a habitarme.
A mirarme como un paisaje en constante movimiento:
Infinita.
Lenta.
Llena de silencios que brotan en forma de palabras pequeñas.

Yo soy de la luna y tu vienes del sol.

Me mostraste que disfruto las charlas largas,
que amo la calma,
y que soy capaz de sentir lo intangible,
aunque las letras se repitan o no digan mucho.
Porque en mí hay verdad.

Al cerrar mis ojos y tomar aire pienso en ti y me invade la paz en cada espacio.

En mi no existe la tibieza porque vine a sentir hasta los huesos.

Y hoy, aún con el eco de todo lo vivido,
siento una gratitud sin nombre.
Porque tú me dejaste ver y sentir el sol en cada parte de mí.
El sol que me hace brillar.

Desde el alma te digo

Gracias mundo por ser aquí, por dejarme habitarte y habitarme.
Gracias por existir como ese mundo en el que puedo soltar mi ser y bailar en los lugares mas pequeños de ti.