HABITACIONES - Prefacio (1/11)

Cada habitación es un mundo, y allí donde moramos la luz penetra de formas distintas.

En la primera fue la novedad, la calidez, el sentimiento de firmeza y el cuidado por los principios y la responsabilidad; este mundo se parece a una cocina, práctica e iluminada por un ventanal por donde la luz entra cristalina. Allí hay macetas con variada vegetación, abunda el verde; la habitación huele al crujido del hojaldre.

La segunda es la sala de juegos que remite al mundo de la infancia en fraternidad con los hermanos. Es un mundo juvenil y soleado, las paredes son amarillas y acogedoras. Liviano, alegre y despreocupado, aquí podemos sentirnos felices sin miradas extranjeras, aquí se habita en una intimidad particular y hogareña.

La tercera es la sala de estudio. Un clima azulado en donde suena por los altoparlantes música reflexiva y tranquila, un espacio de meditación donde cerrar los ojos en los momentos de descanso y abrirlos para poder crear cosas significativas. Un espacio lúdico, creativo, liberador, donde nos sentimos en medio del esfuerzo del trabajo y poseemos la satisfacción de la obra realizada. Aquí nos sentimos plenos, realizados en tanto personajes laboriosos en el estudio.

La cuarta y última habitación es oscura. Por las noches cerramos todo, no dejamos que entre la luz y meditamos, cavilamos profundamente y planificamos el futuro. Aquí entramos en contacto con lo más hondo de nuestra alma, nuestra verdadera esencia, los valores de nuestra personalidad. Aquí aprendemos sobre el deber y el compromiso y entendemos cómo comportarnos en el mundo exterior, nos obligamos a ser valientes. Un espacio de reflexión y descanso, aunque paradójicamente de tensión. En lo más hondo de la noche, en lo más silencioso de la penumbra, nos sumergimos en el sueño reparador y volvemos al punto nodal, al origen, a la verdad remota de lo que siempre fuimos.