Había una vez

Había una vez una niña que soñaba con ser bailarina.

Tanto era su deseo, que comenzó a caminar de puntillas.

Día tras día saltaba, giraba, intentaba dar tres vueltas sin perder el equilibrio.

Había una vez una niña que, con el corazón latiendo de ilusión, le pidió a su madre asistir a una clase de ballet.

Dijo que era su sueño, pero su madre nunca la llevó.

Había una vez una adolescente.

La niña y el ballet quedaron guardados en un rincón de la memoria, como un sueño dormido.

Ahora la llamaba la actuación.

Le fascinaba cómo alguien podía convertirse en otra persona, dar vida a un personaje hasta hacerlo real, contar mil historias con un solo cuerpo y una sola voz.

Ella volvió a pedir a su madre que la dejara tomar clases.

Y otra vez, su sueño se quedó en eso: un sueño.

Había una vez una chica que trabajaba en una pequeña librería, no muy popular, pero querida por los visitantes.

Mientras limpiaba y acomodaba estantes, descubrió en cada libro un universo distinto, una forma infinita de decir y de sentir.

Y así nació en ella un deseo nuevo: escribir.

Creó un libro pequeño, apenas de cincuenta páginas.

Lo llamó Pasos.

Tal vez nadie lo leería, tal vez se perdería en el olvido… pero cinco personas lo eligieron.

Cinco personas lo abrazaron.

Y aquella chica sintió que el corazón se encendía.

Entonces la niña y la adolescente regresaron.

La abrazaron juntas y, sonrientes, contemplaron todo lo que había logrado.

Esta vez no sería un sueño olvidado.

Esta vez, escribiría la realidad.

Aunque mamá no estuviera para leerlo, la primera página llevaba su nombre:

“De ti aprendí que, si vivo con miedo, nunca habrá un había una vez.

Y yo necesito tener muchos sueños nuevos por trazar.”