Termina otra guerra,
no en el barro ni trincheras,
sino en salas donde el frío
gobierna con cifras y mapas.
No hablan de madres que lloran,
ni de cuerpos sin nombre bajo escombros,
solo pulsos en pantallas,
vidas que se apagan al instante.
Un misil cruza miles de kilómetros,
guiado por manos invisibles,
por algoritmos sin alma,
firmas lejanas que nunca verán la muerte
Tampoco se atreverían, en todo caso.
Susurra el poder en su torre de cristal,
distancia que anestesia la ética,
el dolor reducido a números fríos:
todo es una estadística.
La guerra ya no tiene rostro,
ni héroes que pelean codo a codo,
solo una máquina despiadada
que convierte en daño lo humano.
No hay justicia, solo sobrevivientes,
y un ciclo donde mueren otros,
inocentes paganos del poder,
piezas en un tablero de sombras.
Yo me niego a escuchar el llamado,
me niego a vestir la violencia con banderas,
busco caminos sin sangre,
construyo futuro sin cadáveres.
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