Giant steps

Hace mucho que no visitaba este lugar.

Para mí ha sido un lugar de desahogo, pero el colmo de los colmos; la introspección digital. Divertido, no?

Y me di cuenta de algo;

He vagado por tantos lugares, y siempre estuve rodando en el sentido de intereses, pues, como no vagué en el mundo real, me dediqué a hacerlo en las ideas. Como dice ese tema de Dylan; No direction home, like a rolling stone. Y durante mucho tiempo fue así, hasta hoy, hoy decidí emprender otro camino, que me permitirá luego tomar el correcto; voy a retroceder hacia atrás, donde fui feliz. Siempre que veo a un chico de 6 a 10 años lloro. Es raro, pero es así. Quiero creer que es porque me remiten a esos momentos de total libertad, donde explotaba el mundo de las ideas, limitado por muchas cosas, pero, yo quería conocer todo lo que estaba a mi alcance; la literatura durante mucho tiempo no estuvo en ese grupo. Sin embargo, fui feliz y todo lo culto que puede ser un niño de 6 años prácticamente analfabeto. Esto me hace acordar a un tema de Charly; reloj de plastilina: Aunque estuviera solo sabía jugar. Y esto era tan cierto, estaba solo, mi único contacto era con adultos, y, eran mil veces más feliz que ahora. Amaba aprender, lo sigo amando, pero, con los años, el cerebro es más grande, más rápido, pero, más propenso a los fallos, es como un  auto; el Fiat uno no va rápido, tampoco te va a llevar de usuahia a la quiaca sin complicaciones, pero, te va a permitir explorar la ciudad. El viaje no va a ser suave, pero tampoco difícil. Es poco probable que falle dentro de su zona de confort. Este es el cerebro de un niño; fiable, certero, sin tapujos, sincero, limitado, pero, dentro de sus limitaciones, lo mejor de lo mejor. Sin embargo, este hermoso Fiat uno no es eterno, dura hasta los diez. Ahí el Fiat uno deja de pertenecerle a uno, y, como todos dicen que se debe tener lo mejor, uno compra un bugatti. Es mucho más rápido, es una bala prácticamente, ahora si, vas a poder recorrer todo el país en cuestión de pocos días, incluso horas. Este nuevo y moderno auto, pese a parecer perfecto, no lo es. Cada 40 minutos sos gomas se rompen y si no se cambian antes de eso, se puede producir un accidente fatal. Además, requiere más nafta y de mejor calidad; este pide Baron b, el anterior se conformaba con vino de caja. Ahora, todo es más veloz, pero, esa velocidad, viene acompañada de la latente posibilidad de derrapar y ponérsela contra la pared. Ahora el cerebro es veloz, sin límites quizás, pero, ahora está la posibilidad de desperdiciar todo esto, y existe lo pero de todo, la culpa. El niño de 6 explora sin remordimiento, descubre. El de diez se pregunta porque debería descubrir y pierde tiempo, pues ahora, siente otras necesidades. Piensa en cómo está vestido, piensa en su máscara y en la de los demás, piensa en que no tiene el que los demás si. Pierde su tiempo, y luego, pierde más tiempo preguntándose porque lo perdió; buscado el tiempo perdido. El punto es este; yo debo ser quien fui, más bien debo queres ser, quien antes quería ser, es decir, científico. Se lo debo a Pepito, él me lo dió de fiado, me dijo que podía crecer, siempre y cuando le iba a asegurar que cuando sea adulto iba a ser lo que quería ser: científico. Voy por el buen camino, porque sé que mi yo del pasado no quería cambiar el mundo, sé que mi yo del pasado quería conocer, solo eso, conocer. Y voy por el buen camino, pero, voy lento; debo empezar a caminar con Giant Steps.