Gestos
Mar 28, 2024
Sinceramente creo que nuestro destino fue una analogia perfecta. Análogo de nuestro crecimiento e identidad.
Nos conocimos en la plena inmadurez, donde cada uno transitaba esa etapa que a todos nos averguenza. Plena adolescencia (más mia que suya) cargada de polos opuestos, inseguridades, autodescubrimiento, obsesiones y placeres. Tiempos donde uno tenia la suficiente energia y tiempo para detenerse a observarlo todo.
En ese contexto formamos una relación que fue fiel reflejo de los procesos personales que cada uno atravesaba. Porque nuestros vinculos siempre reflejan un poco de lo que somos, pero no lo definen (o no deberían).
Entre todo ese mar acelerado de inocencia, ilusión, corazones aún vírgenes y hormonas... convivimos en una relación ridiculamente hermosa. Donde cada mañana que compartíamos, él me tocaba una canción antes o durante el desayuno. Cenábamos a la luz de la velas, yo le escribía, él me tocaba y nuestros cuerpos se sincronizaban de modo tan perfecto que era dificil separarlos.
Pero la relación tambien fue cruel, devastadora y definitiva. Gozamos años de armonía pero la caída siempre es inevitable cuando las expectativas son gestadas en ese estado alterado de idealización. Lloramos, nos despedimos y agradecimos. Extrañamos, volvimos, lloramos, nos despedimos.
Volvimos, nos ilusionamos (una vez más) y nos lastimamos, una vez más.
Tiramos del hilo hasta que su tirantez estalló. Una vez más, nos despedimos, lloramos... pero esta vez duelamos, crecimos, maduramos, dudamos, aguantamos, olvidamos.
Conocimos el goce y el amor de otras personas, conocimos el dolor de y con otras personas. Creíamos haber entendido un poco de qué va todo. Cómo se mueven los hilos, los que se cortan, los que cuelgan, los que se tensan.
Hasta que un dia ese destino del que hablo, en un acto completamente fortuito, nos reunió, una vez más.
Y entonces... una vez más, te ví reír y me encontré sonriendo yo también. Por primera vez lo quise sin idealizarlo. Lo quise de la manera más sincera y respetuosa. Lo quise de una manera que nunca quise quererlo. Lo quise libre.
Hoy, con más recorridos y más heridas, entiendo que primero lo quise de manera caprichosa, egoísta limitante y definitiva. Pero en esa nueva oportunidad, redescubrí sus mañas, sus problemas, sus propios aprendizajes.
Marcó la distancia desde el comienzo, como siempre. Pero esta vez no me duele, no ofende, lo entiendo, yo tambien necesito distancia. Y siempre tuve la sensación que me quiso un poco más cuando yo parecía quererlo un poco menos.
Una noche, después de agazajar nuestros paladares por una recomendación suya, obvio (es que siempre tuvo buen gusto), nos fuimos. Fue un arreglo implícito donde nos miramos y ambos nos queriamos ver de modo que ahí no nos podiamos mirar, porque era un ilícito. Pedí el auto, no hizo falta aclarar nada, voy a tu casa, obvio (es que siempre fue más cómodo).
Charlamos, debatimos, nos reímos, nos buscábamos y escuchábamos música. La música fue un hilo conductor en nuestros caminos compartidos pero eso es una historia aparte. Lo que sí necesito confesar es que siempre me sentí ignorante a su lado en lo que a música se refiere. Y sentirme de ese modo es algo que me atraviesa y paraliza. Dejé que mis inseguridades me definan en muchas cosas, pero ésta era una de las peores. La música fue lo que nos unió y una de las cosas que más le importaban e importan en la vida. Él tenía un conocimiento natural, le salía por los poros. Yo forzaba entrar en el ritmo.
Estábamos en el sillón, nos acercábamos, nos mirábamos, hablábamos y en un momento, se interrumpió solo. Sonaba algo, un ritmo familiar pero al que no podía ponerle nombre. Lo miré anonadada. Después de tanto tiempo, ahí estaba él intentando recordar algo que yo creí que si olvidaba perdía su interés.
Disfruté por unos segundos tu desesperación mientras en mí cabeza tenia la respuesta que tanto buscabas.
- "Nirvana" - Lo dije intentando dismular mi satisfacción casi infantil. Y entonces ví, ese gesto, ese simple gesto que me hizo entender como van los hilos, al menos los mios.
Apenas terminé de pronunciar con orgullo mi respuesta, sonrío, de una manera que casi no recordaba. Una sonrisa de sorpresa. Pero inmediatamente vi también, una pizca de subestimación y envidia.
Pero esto que veia ¿Era de él? O... ¿Era reflejo de como yo misma me subestimo? No lo sé. Pero, ¿Importa? Si no era mío, era de él. Si era mío, algo en él hacia que me refleje.
- "Sí, es Nirvana. Gracias, no me lo iba a poder sacar de la cabeza" - Se acercó y me besó en gesto... incluso tierno. Yo aproveché su cercanía y me avalancé para tambien besarlo, para que nuestros cuerpos vuelven a aquella armonia. El cuerpo tiene memoria dicen... y no lo sé pero los nuestros definitivamente se recuerdan. Aproveché la memoria de nuestros cuerpos para olvidar que yo ya lo olvidé.
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