Pequeñas luces de la mañana,
sonrisas de lo eterno;
cálida llamarada de mi infierno:
¡aprisa vas, pasando el tiempo!
Veintiocho años de idas y venidas,
y por fin encuentras lo que buscas;
bastos encuentros cercanos
para apreciar un regalo que se llama familia.
Naves rotas en medio de mi océano,
infinito, incendiado y sin recuerdos;
la paz anida en mi alma,
con la voz de una golondrina
diciendo por primera vez: "papá".
Caminé entre espigas de oro,
algunas puras, otras disfrazadas;
cuando el huracán me sorprendió,
solo algunas me sostuvieron.
Nadé en un río de metal,
con la sangre helada y la piel rasguñada;
pero la avalancha invertida no ha de parar,
forjando un mejor mañana al surcar.

Alexander Verano
Aquí comparto mis versos como quien deja cartas sin remitente: esperando tocar el alma de quien los lea, o simplemente, escuchar el eco de mis propios sentimientos.
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