Traté de no escribirte un poema, quiero ser prudente al darte mi corazón, ¿tiene sentido si ya sostuve tu mano y para mí fue un pacto silencioso de entrega?
Quisiera explicarte cómo funciona mi mente y mi forma de amar, una vez te ame es probable que te asfixie la devoción que vaya a sentir o al contrario, te vuelvas adicto a mi atención. Es algo que me enseñaron mis últimas experiencias amorosas. Tocar tu piel tiene otro significado cuando queda implícito que tenemos permiso para sostenernos en momentos de ansiedad o tristeza.
La última vez que nos vimos pasamos casi un día entero juntos y no sé qué decir más que dejar en claro que podría extender los minutos para que las horas duren más, te metiste prudencialmente en áreas de mi mente que sólo te dejo entrar si me vende los ojos y te dejo ser el guía de este museo de destrucción que es mi mente. Así me entrego y te entrego mi corazón.
Quisiera decirte que muero por darte un beso, que quiero acercarme con calma y acariciar tu pelo pero me da terror avanzar un paso más y que todo salga mal, me da miedo que de repente alguien que me trae calma desconfigure o nuevamente se dinamite la construcción de esta tierra fértil que me permite quererte. Pero no sos mis fantasmas, “anda despacio” dicen mis amigos para después decirme “no tan lento”, ¿habrá manuales para sentir que el corazón se derrite frente a la presencia de alguien que ellos conocen y yo no?
Me enseñas con paciencia a recibir ayuda, ayuda que una y otra vez me ofreces para recibir un “no” rotundo, como si me estuvieran ofreciendo algo terrible, que no pueda aceptar.
De repente, alejarme me asusta pensando que no va a haber una próxima vez y nuevamente me repito: no sos mis fantasmas.
No tengo un punto al que llegar, creo haber dicho demasiado. Te pido que guardes el secreto en el que me derrito por tu presencia y mi dolor se siente acompañado porque estás ahí. Antes de irme, te voy a contar un secreto más, que podrías notarlo mirándome un segundo a los ojos: había construido muros altos para que nadie pudiera pasar por este campo de tierra fértil en el que construyo el amor, el primer día que nos vimos y te acercaste atravesando un aula diciendo “¿te puedo abrazar?” esos muros dejaron de existir. Gracias por derrumbar cualquier indicio de que no puedo dejarme ver o querer, tu presencia es un rayito de sol que ilumina miedos y los pulveriza.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecito
kurukiva
Soy un chico simple, me gusta escribir sobre la tristeza, la nostalgia y el amor.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión