Frases para galletas de la fortuna (bajo influencia de Frank O'Hara )

Crecer es elegir lo mejor entre lo posible.

El dolor en el cuello es un calor, a veces un frío, a veces ambos.

Nunca conocemos nada del todo, ni siquiera nuestro propio cuerpo. El conocimiento es un intento.

Rayo todas las hojas que escribo, les hago dibujos a los costados, no puedo dejar las manos quietas sobre los renglones, sobre lo importante. Me desvío. 

Lo peor del miedo es que casi siempre tiene sentido.

A lo mejor sí triunfás, hay algo que me hace creerlo: sos insoportable.

Los likes son el problema, pero también la gracia. 

Siempre me acuerdo de la sombrilla de Quilmes, azul con las letras blancas. Siempre estás vos ahí, sentado.

Se aleja y vuelve desconcertante. Ojalá algún día se deje estar. Intentar ser misterioso es agotador, y odiarse también es pensar demasiado en uno mismo.

 Chet Baker parece triste pero no lo es. En la tristeza verdadera no hay belleza.

Nada de puchos ni coca antes de las 12, por favor. Mínimo.

Tu ascendencia no es una soga, es una inclinación.

Y un día vas a tener treinta y cinco: pum. Sospecho que va a ser todo más o menos igual. Te vas a reír de las mismas cosas y el sexo va a ser igual de raro. O no, o un poco menos raro.

Los dragones son la conjunción de todos nuestros miedos y el vértigo es el impulso por saltar. No saltes.

Me repito a mí mismo una especie de mantra: la fe no es de los idiotas. La fe es nuestra, corazón.

Bajo el agua y el cloro bailan los cuerpos de las señoras. Las piletas siempre son un recuerdo de la infancia: el vapor, las ojotas, el toallón húmedo, el trampolín. Trato de no mirar demasiado fijo a un chico alto con tatuajes en el cuerpo. Una serpiente enrollada, un grifo, un pájaro a cuerda (su libro favorito es de Murakami, asumo).

No te quiero matar los sueños pero decidite por alguno.