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frankenstein

jean

Aug 20, 2024

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frankenstein
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"Y tú me odias también; pero tu odio no puede compararse al que siento yo cuando me miro a mi mismo"

No perder el asombro por el mundo es uno de los rasgos propios de los filósofos y de los niños. A Víctor le interesó conocer las causas de las cosas desde la infancia, y junto con su gran amigo, Henry Clerval, se deleitaban de la inmensa naturaleza frente a ellos. Shelley invierte considerables porciones de la obra a la descripción de los magníficos paisajes de Suiza e Inglaterra, mientras subraya la tranquilidad que esta brinda a nuestro inquieto héroe. Víctor se consagra a los designios de los paisajes que le rodean; sin embargo, cuando se sumerge en su nuevo propósito, deja atrás el amor puro por el mundo que antes le hacía dichoso para más tarde descubrir que no había vuelta atrás. Frankenstein admiraba a Clerval por la felicidad que le traían "simples" cosas como las montañas, los ríos o el olor de las flores. No tenía en falta nada más.
La venganza es la terrible pasión base de los crímenes cometidos por el demonio, el desdichado o el monstruo sin nombre de Víctor Frankenstein. Llegué a empatizar muchas veces con el desdichado. La tesis de Rousseau, que sostiene que el hombre nace bueno y es la sociedad quien le corrompe, apareció en mi memoria, pues ese es el caso del monstruo, que, aunque no realmente un hombre, fue creado para emularlo. Las insufribles desventuras del demonio le bautizaron como tal, y fue rechazado por quienes creía seres adorables y benévolos. De ellos —o, más bien, de sus libros: El paraíso perdido, Las desventuras del joven Werther y Las Vidas— aprendió las vicisitudes de la raza humana que posteriormente le serían útiles para torturar a su creador. El desdichado solo era odiado por su crasa fealdad inhumana, ya que nada sabían de su cuestionable origen quienes llegaron a verlo. De Lacey, uno de sus "cuidadores" y ciego, fue el único ser humano que sintió compasión de él. La barrera de la estética había caído para luego golpearle con violencia.
El monstruo desprecia a su creador por no cumplir su deber para con él. Víctor había creado una vida irreflexivamente, para luego arrepentirse y detestarla. La venganza es una pasión que escapa de mi comprensión. Evoco a Sócrates que profirió que "una injusticia no se debe pagar con otra injusticia". Sé que de ninguna manera puede funcionar así, al menos en el caso de Frankenstein, que desesperadamente intentó remediar su error que hasta ese momento solo había causado muerte y desasosiego. Su creación se corrompió, y aun cuando existían fuertes intenciones de venganza, quedaba solo destruirla para evitar fatalidades al resto de la humanidad.
Intento comprender ambas caras de la moneda. A pesar de que es evidentemente más sencillo comprender a Víctor, también percibo el dolor de haber sido puesto en el mundo, solo, desamparado, y a eso sumado un aspecto grotesco. La criatura de Frankenstein anhelaba que su padre creador fuese igual de infeliz que él, dado que Víctor le había arrebatado toda posibilidad de prosperidad en primer lugar.

jean

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