Some folks are born silver spoon in hand.
Lord, don’t they help themselves, Lord?
But when the taxman comes to the door,
Lord, the house lookin’ like a rummage sale,
Yeah.
Oscar despierta con una erección que parece el Empire State bajo las sábanas.
Como miles de meseros en Florida, se ha acostumbrado al algoritmo del día después: pastillas para la cabeza, Alka Seltzer para el estómago y gotas para los ojos. Quizás, antes de manejar, un poquito de polvo para la nariz; pues en el tráfico siempre hay que andar pilas. En la mesita de noche le han dejado el pago por sus sudores bien ganados y las gafas Cartier que, con tanto ahínco, le celebró al cliente ocho horas antes.
Todo parece simple ahora, lejos de la facultad de leyes y las normas cuadradas de la casa de sus padres. Se ducha con dificultad y, al salir, se ve la marca del cinturón en el cuello.
—Esta será difícil de esconderle a Mark —piensa para sus adentros—, pero, ¡qué coño!, ya con esto puedo llegar a fin de mes.
En la recepción, el valet parking alza la mano y Oscar recibe las llaves de su BMW. Por ahí se va otra vez; a los supervisores no les importa qué hagan los meseros con los clientes al salir del club. La única regla escrita es: el último que cierra debe ser el primero que abre.
Mario, pero no Hernández.
Octubre, 2024.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión