Fin de año(s)

Hoy llovió todo el día,
literalmente.
El cielo se desplomó,
derramado en el jueves gris,
lavó el asfalto,
arrancó la noche antes de las seis.
Danzan los paraguas como aves sin refugio,
buscando su nido.
Noviembre se llevó los días
con una rapidez desmedida.

Una semana entera de aguaceros,
como si el peso de los recuerdos,
los míos y los tuyos,
se desintegrara sobre las veredas.
Después de cruzar el umbral
del tiempo y la noción de su paso,
al detenerse a observar el rostro de los demás,
la vida acelera su tranco;
todo se intensifica,
y uno intenta negociar con la impaciencia.

Es difícil, a estas alturas,
hallar sorpresas.
Ver con ojos de infante
los artificios de los adultos,
engañar a la vida con entusiasmo prestado,
creer que algo aún puede ser recién hecho, artesanal.

Quedan apenas unas semanas a este año, precario.
Nos ha arrojado un par de huesos limpios
para calmar el hambre.
Nos refugiamos en pequeños remanentes de felicidad:
los amigos, el fuego compartido,
los malos chistes, los imprevistos,
las enseñanzas que dejamos
en un niño y sus incógnitas,
el abrazo cálido de los queridos.

De los malos tragos
aprendimos a templar el alma,
hallarnos en otros, en su desdicha,
comulgar con la empatía.

Solo nos queda
recoger los residuos acumulados,
sacar la basura, barrer la cocina,
y esperar a enero con la casa limpia.