Me habita sin permiso,
se acomoda en mi mente
y, a su vez, en mi pecho,
llena vacíos —y sobre todo silencios—
que no supe nombrar.
Trae de la mano a la melancolía,y se activan ríos antiguos en las aguas de mi memoria,
un peso que se extiende y estremece cada rincón.
A veces también me extraño, y es extraño,
pero luego recuerdo que estoy acá y que todo lo que extraño es también parte de mí.
Me amigué con la nostalgia, fiel compañera, culpable de cada pensamiento intrusivo.
Ella brinda una mirada introspectiva.
Me arrastra. Me quiebra.
Me enseña. Me hace sentir.
Me quita el sueño. Caigo en lo más bajo.
Me hace recordar. Me hace querer olvidar.
Pero ya no la esquivo. Dejo que me habite.
Ya no temo su presencia.
Aprendí que incluso en lo que duele
hay un lugar para mí.
Y gracias a ella sé que el dolor y la belleza
pueden coexistir.
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