Cae la noche y siento la necesidad de ir a la playa. Esa necesidad apareció apenas puse un pie en Niza.
El mar de noche y su violencia me atrapan, me fascinan. Las piedras que siguen calientes en la orilla, la oscuridad en el horizonte, el ruido del mar que ruge con una brutalidad que me corta el aliento, la luz del faro que va y vuelve.
Es muy solitaria la playa nocturna en esta ciudad; No hay adolescentes haciendo una fogata ni parejas besándose, solo yo.
En contraste con la algarabía de la playa diurna, de noche es un espectáculo de oscuridad. Esa violencia y agresión me hacen sentir en paz, como saberse en la boca del lobo, solo da miedo si no tenés conciencia de estar ahí.
Vuelvo a la cama como puedo. Ese intercambio, esa exposición a la oscuridad, me deja agotada.
Hace dos días arrancaron mis cólicos de agosto: un dolor estomacal nocturno que padezco durante dos semanas contadas en el mes que les da el nombre, desde que tengo 18 años.
Durante un rally de estudios y especialistas, el diagnóstico pasó de apendicitis a dolor menstrual, y de ahí a acidez estomacal. Desde que empiezan los cólicos no hay forma de frenarlos. Duran exactamente dos semanas, y cada noche es una agonía.
A falta de diagnóstico me inventé el propio, uno mágico o psicológico: una supuración de violencia desde mis entrañas.
Capaz por eso vengo soñando con Camilo desde hace días.
Los cólicos empezaron justo cuando se cumplió un año de estar juntos. Tal vez fueron un aviso, una advertencia frente a la violencia y el dolor que iban a venir después. Una advertencia que no recogí.
Los sueños con Camilo me llevan hacia lugares totalmente inverosímiles. Principalmente, a una Argentina que ya no existe y de la que me autoexilié hace casi cinco años. Me llevan a caminatas interminables por Av. Libertador, a las juntadas nocturnas en casa de su amigo Luqui en Palermo, al cine, y a nuestras tertulias sin fin en Esquina Homero Manzi.
¿Qué estaría haciendo Camilo ahora? ¿Qué calles caminaría? ¿Qué música estaría escuchando? ¿Pensará él en mí a modo de analgésico, como hago yo?
El dolor de los porqués que jamás tendrán respuesta pero que no puedo dejar de perseguir. Soy una obsesiva de las respuestas, aun cuando lastimen más que la cicuta.
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