me quedo con la ilusión de decirte “feliz día”
al hombre que sostiene mis cejas altas, cargadas de un orgullo hiriente,
esas que aparentan firmeza pero titilan sin presumir,
quien lleva mi sonrisa torcida,
el sabor amargo de la soberbia
y el mismo mal hábito de desvanecerse sin aviso.
extraño algo que nunca fue mío.
te busco en la línea recta de mi nariz,
en algún gesto que se me escapa sin querer.
sos un territorio que no pisé,
donde tus ojos no vieron mis primeros pasos,
donde mi carácter desbordado no tuvo autor,
ni este peso antiguo que cargo sin nombre.
una polvo de estela
que marcó mi cara,
pero nunca mi vida.
a ese padre,
la razón por la cual desafío a todos los hombres de mi vida,
para saber quién es tan fuerte
como para quedarse.
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