Vos que conjeturas con tu parla maldita mi vida ahora arrebatada
Presagiaste el abandono con tus cartas e incienso concentrados a invierno
invocando tus sombras lacayas a mi rescate, secuestrándome el alma
.
Arropándome con tu insensibilidad;
embriagaste el cuarto con tu aroma a ausencia.
Y la nariz y los ojos me picaron abarrotados de versos pueriles, pidiendo redención.
.
¡Ay, mi mal querida soledad!
Que me hallaste cuando me lamentaba,
¡que yo me lamentaba cuando me hallaste!
Has silenciado mi corazón con tu llegada,
burlándote de la compañía
con la estridente frialdad de tu resurrección.
.
Y con tu sonrisa sobre mis lágrimas, susurraste sin piedad:
– Si quieres vivir, enamórate –
¡Y yo quise morir!
.
Limpiaste mi cara con la sorna de tu mirada
Y yo comencé a ahogar entonces mis plegarias al fondo de mi garganta
Ocultar mis altares, mis rezos matinales
Abandonando la confesión para volver a la costumbre fomentada por tu inhumanidad
Porque he vuelto a ser tú, soledad.
Tú has vuelto a ser yo.
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