EL ANFITRIÓN
La camioneta corcoveó y se detuvo con un extraño rumor. Era la tercera vez que sucedía desde su partida del pueblo anterior, pero ahora, a pesar de que Carlos intentó darle arranque, esta vez el motor no encendió.
Insultando por lo bajo, se apeó del habitáculo y subió el capó, dejando al descubierto el motor, que, a simple vista no acusaba ningún desperfecto.
-No sé para qué levanto el capó si no entiendo nada de motores...
Subió de nuevo al habitáculo del vehículo, e intentó infructuosamente darle arranque.
-Es inútil... se murió-, rezongó.
-Sin saber que hacer, se puso a observar el paisaje llano y monótono. Al mirar hacia la izquierda, observó que a unos trescientos metros una casona blanca rompía con la monotonía del paisaje llano. A Carlos le extrañó no haberla visto cuando venía andando, pero supuso que no había advertido su presencia por estar concentrado en el mal funcionamiento de la camioneta. Cerró la camioneta y se dirigió hacia la casa, con la esperanza de encontrar quien lo ayudara con su vehículo.
Al llegar, golpeó las manos como es costumbre en la zona rural, y al hacerlo, le sorprendió no escuchar los tradicionales coros de ladridos de advertencia. Esto le preocupó, pues supuso que la ausencia de perros significaba que la casona estaba abandonada.
-Casa sin perros... casa vacía.
Aunque convencido de que no obtendría respuesta, por reflejo, reiteró el golpe de manos. Quince largos segundos después, el quejido de la puerta al abrirse lo sorprendió.
- ¿Qué se le ofrece?
-Buen día, he tenido un desperfecto con mi camioneta y necesitaría, si usted me permite, usar su teléfono para llamar a mi trabajo y comunicar la novedad.
-Pase.
-El interior de la casona no era diferente a las de otras casas de campo: muebles rústicos, algunos objetos de origen rural, herraduras y fierros para herrar, colocados sobre bolseadas paredes blanqueadas a la cal, eran los únicos ornamentos de la sala, que, como contraste a sus paredes blancas, tenía el piso revestido con rojos ladrillos de barro cocido.
-Como verá, mi casa es como yo: austera-, expresó el desconocido que le había franqueado la entrada.
-Y muy confortable… mire... necesitaría, como ya le mencioné, que me facilite el teléfono para llamar a mi trabajo y comunicar esta novedad.
-No tengo teléfono… no uso.
- ¿Entonces sería tan amable de acercarme con su vehículo hasta el próximo pueblo, para buscar un teléfono?... o tal vez remolcar mi camioneta con su vehículo...
-No poseo vehículo.
Carlos se inquietó.
-Disculpe... pero… ¿cómo sobrevive en el medio de la nada sin comunicación ni transporte?
-Hay muchas maneras de sobrevivir sin tener que estar comunicado con el mundo.
-Pero usted debe necesitar comer y beber como todos.
-Y es lo que vamos a hacer dentro de uno minutos, si usted así lo desea.
-Sucede que me urge continuar mi viaje, pues trabajo para Ferrocarriles Argentinos y tengo que cumplir plazos de entrega ya pactados.
-Qué raro, trabaja para el ferrocarril, pero su labor no la realiza en tren sino en camioneta...
- Así es … una de las muchas paradojas de este país...
-Son las paradojas lo que terminan agotando la existencia-, afirmó el dueño de casa.
Carlos no entendió el último comentario de su anfitrión, que, al ver su cara de incertidumbre sonrió y cambió de tema.
-A propósito... ¿vio qué hermoso día hace?
-Sí realmente hermoso...sobre todo para continuar viaje, iré a ver si puedo hacer arrancar la camioneta, tal vez tenga suerte...
Pero antes tome algo, siéntese un momento y relájese, luego vaya a ver su camioneta.
Exasperado por la parsimoniosa actitud del dueño de casa, Carlos le expresó:
-Le comento: soy uno de los encargados de ir por la línea ferroviaria entregando los telegramas de despido a los empleados, y tengo plazos y tiempos de cumplimiento que son muy medidos, de lo contrario tendría serios problemas.
-Tarea ingrata y dolorosa...
-Si usted supiera la angustia que experimento cada vez que llego a una estación portando mi mensaje nefasto, y el posterior dolor que siento al ver las caras de desesperación de los ferroviarios cuando se enteran de que se quedan sin trabajo... es algo indescriptible por lo triste e injusto-, expresó Carlos.
- Me imagino...pero usted no es el culpable de esa situación, como tampoco de que se haya roto su camioneta, esto último no debería ser considerado un error voluntario o una falta de su parte… haga una cosa: vaya a fijarse si arranca su camioneta, si lo logra me saluda de lejos y continúa viaje, sino, regrese, que lo esperaré con algo para comer, mañana por la mañana vendrá la persona que me provee de mercadería, así que si no continúa viaje hoy lo podrá hacer mañana.
-Bien, entonces voy y me fijo, cualquier cosa regreso y seguimos su plan.
-Perfecto, aquí lo espero para ser su anfitrión o para saludarlo si continúa viaje.
La camioneta no arrancó.
- ¿Que lo parió! - rezongó Carlos mientras regresaba a la casa.
Entró a la casa sin inconvenientes pues la puerta de ingreso había quedado abierta. Ya en el interior, desde la sala observó a su anfitrión trajinando en la cocina con la cena. El anfitrión, al notar la presencia de Carlos, le habló elevando un poco la voz.
-De nuevo aquí, pues tome asiento que pronto estará lista la cena.
Resignado, Carlos se sentó en una de las sillas rústicas que componían el antiguo juego de comedor.
La cena transcurrió con tranquilidad, luego de la cual, el anfitrión le ofreció a Carlos un poco de coñac.
-Recuerdo de uno de mis viajes a tierras lejanas-, comentó, mientras servía el vaso.
Luego de beber, condujo a Carlos hacia su cuarto.
-Supongo que debe estar muy cansado, la habitación cuenta con baño en suite por si desea tomar una ducha, ahora me despido... hasta mañana.
-Hasta mañana y gracias por su ayuda.
La noche transcurrió tranquila. Por la mañana, al despertar, a Carlos le pareció extraño no recordar en absoluto lo que había soñado. Se levantó despacio, y luego de despabilarse, se vistió con premura para esperar a la persona de los víveres. Cuando hubo terminado de vestirse, se dirigió al salón principal. Al llegar, miró a través del ventanal y vio que la camioneta no estaba. Exaltado, quiso dirigirse hacia la puerta, pero no pudo, una fuerza extraña e invisible le impedía moverse.
- ¿Qué está pasando?... ¡no puedo avanzar ni moverme! – gritó.
Intentó avanzar varias veces sin conseguirlo.
En eso, hizo su aparición el anfitrión, que, sonriendo, se percató del extraño comportamiento de su invitado.
- ¿Que está sucediendo aquí?... algo me impide salir de la casa-, exclamó Carlos mirando al anfitrión, quien, al verlo forcejear, esbozó una tranquila sonrisa.
- ¡O me dice lo que está sucediendo o no respondo de mí!
-Sé que es extraño lo que le diré, pero esto estaba augurado hace muchísimos años, incluso antes de que este lugar existiera-, respondió el anfitrión con tranquilidad.
-Carlos intentó avanzar hacia donde se encontraba el anfitrión y tampoco pudo, la misma fuerza extraña se lo impedía.
-Tranquilícese, nada conseguirá con su ofuscación, mejor escuche y tal vez le encuentre sentido a lo que ahora está sucediendo.
Haciendo una reverencia con su cabeza Carlos se aprestó a escuchar.
-Usted, muy acertadamente, mencionó las paradojas de este mundo... vivimos inmersos en una gigantesca paradoja temporal, y yo, soy quien domina esa paradoja, esta melodía estelar... pero no soy el supremo director de este concierto astronómico… ¡por supuesto que no!, solo soy un humilde ejecutante de esta sinfonía universal.
- ¡Mire viejo loco: déjese de idioteces y haga que esto que me tiene atrapado desaparezca!
-No puedo…su camino termina aquí… eso fue establecido hace eones... éste, es su natural lugar de destino, ahora se encuentra inmerso en el concierto temporal, porque usted fue elegido para dar crédito de todo esto.
- ¡Le juro que si logro llegar a usted lo estrangulo, loco de mierda!
-Eso no sucederá nunca porque usted está en un plano existencial y yo en otro, coexistimos, pero en diferente dimensión, y solo interactuamos porque esta casa es el centro del mundo paradojal, aquí coinciden todos los planos, dimensiones, espacios y tiempos... todos los instrumentos sonando al mismo tiempo en el concierto cósmico... ¿No entiende nada verdad?
-Carlos advirtió que era mejor serenarse y seguirle la corriente al que ahora consideraba un loco, para intentar en algún momento escabullirse de esta extraña situación.
-Nada entiendo... cenamos juntos…
-En realidad no... usted cenó en su dimensión y yo en la mía... los tiempos su superponen en el centro paradojal.
-Pero entonces… ¿la comida?
-Pues eran dos comidas, la de su plano dimensional y la del mío: iguales pero diferentes- respondió el anfitrión.
-Sigo sin entender... usted está loco y este lugar es un desquicio...
-No hay locura en esto...solo la realidad del tiempo y el espacio convergiendo en un momento único, como cuando suena la melodía del concierto con todos los instrumentos sonando a la vez... y este concierto universal, esta sinfonía temporal tiene un Director, y Él, decide cuándo comienza y termina la presentación, yo solo soy su concertino, su ayudante, el encargado de que todo se desarrolle como estuvo previsto desde siempre. Usted no conoce mi nombre, nunca se lo dije porque no tengo... pero me puede llamar “El Devorador de Mundos”, nombre muy elocuente, y hasta soberbio… Pero muy acertado, porque para eso estoy aquí, para eso he venido hace miles de años… todo tiene un final y este mundo también lo tiene, y usted ha sido elegido para atestiguarlo... ¿cuándo será?... tal vez hoy o mañana... tal vez ayer o hace mil años atrás o dentro de mil años en adelante... pero no se preocupe, en este lugar el tiempo es irrelevante, es metafórico, solo habrá que esperar que lo signado suceda en un segundo... o en minutos que parecerán centurias, pues nada es como se cree o se ve... Y usted, mi amigo, será testigo privilegiado del final de este mundo, y de muchos otros ... Así que no se resista a su destino y apréstese a disfrutar por siempre, o por un instante, del concierto más trascendente del Universo: el principio y el final de todo.
-No viviré para siempre...
- ¡Claro que lo hará!... en este recinto la muerte tiene vedado el acceso… además la muerte le teme a la monotonía, que es su mayor competidor.
Resignado, Carlos se sentó a esperar.
¿Qué otra cosa podía hacer…?
Roberto Dario Salica
Roberto Darío Salica Escritor de Córdoba, Argentina. A la fecha, ha publicado cinco libros, uno de cuentos para niños, poemas, relatos de la infancia y de relatos fantásticos.
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