Tocamos. Tocamos por inercia, tocamos por necesidad, tocamos por deseo. Tocamos, agarramos, palpamos miles de cosas, objetos y personas cada día a cada hora. Todo acontece por debajo de la piel de los dedos de mi mano. Todo acontece pero sólo sucede, pasa, fluye, se va.
Y en gran medida no es relevante: no es relevante abrir una puerta, prender una luz, intercambiar billetes por objetos, escribir en un celular. ¿Te detenés a pensar sobre todas las superficies que tocás? Yo no.
Nadie mira las palmas de sus manos y piensa en todo aquello que ellas han tocado. Nadie piensa en qué gastamos ese tacto.
No es relevante en la medida que es cotidiano.
Y deja de serlo en la acción pura y consciente: paso mi huella dactilar por sobre tal cosa elegida, a propósito de esta misma que tengo por delante y quisiera siempre recordar: mi flor favorita recién florecida, un cajón que se cierra, otra mano que me devuelve su tacto, un rostro que reposa confiado en la seguridad de mi mano.
En este mismo instante, la huella de mis dedos se transforma en una suerte de obturador consciente, siempre en movimiento, del mundo tangible que me rodea. Se cierra o se abre a criterio: no sé de muchas cosas pero conozco y reconozco la temperatura caliente del pan recién horneado, la suavidad de un bebé, el frío de las manos de alguien que siempre tiene frío, la calidez de unas manos enamoradas, la dureza del tronco de un árbol, la fragilidad de los pétalos, la sequedad de los labios antes de un beso.
La huella dactilar es el dispositivo natural de la máquina de la memoria sensible con el que se tamiza, se selecciona, se contrae o se expande ante aquello que toco y elijo poder recordar. Busco el contacto, lo alcanzo, toco, agarro y siento. Atrapo aquello que elijo, lo encierro, lo sello y capturo -ahí, en la yema de mis dedos-. A través de la consciencia sobre la piel de mis manos regulo aquello que escojo guardar en mi memoria sensorial, como quien toma una foto y elige qué escena fotografiar. Abro a consciencia la huella que nutre mi memoria dactilar y me detengo a pensar. Pienso en las dimensiones de un abrazo, la fuerza o ternura de una mano, los años que pasaron en las pieles ancianas, la consciencia de lo que inconscientemente alguna vez toqué y en ese instante no aprecié.
¿Cuántas historias hay debajo de tus manos?
Strunk
La palabra se explica con palabras, retrata y desdibuja, siembra duda y garantías. Habitar y explicar el mundo; y al mismo tiempo: producir cultura.
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