Los fantasmas del pasado me atormentan sin permiso, capturan mi alma, que corre en la oscuridad del olvido. Vienen con caras nuevas, cumpliendo un mismo aviso: siempre el mismo error, un camino ya vivido.
Traición y decepción giran conmigo, me muestran que aún no he aprendido, los enfrentó de distintas maneras. Aunque siempre me lleven al olvidó.
Los miro de frente, buscando una salida, pero el triunfo de enfrentarlos, nisiquiera lo siento mío. Me siento perdida en un abismo de recuerdos vacíos.
Me pierdo en la luz joven que ya no me deslumbra, en esos ojos que son un tormento prestado. Cambian de rostro, pero la pena acostumbra a ser siempre la misma que me ha acompañado.
El sueño se rompe, y la quietud me rompe. Miro alrededor: silencio, un espacio vacío. Reina la paz, la que al final consuela, pero me asfixia tanto este frío.
Quisiera un poco de ruido, una voz que me espere, que rompa esta calma que esconde mi dolor. Algo que mate la paz que el alma no quiere, y detenga la cruel soledad a mi alrededor.
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