mobile isologo
    buscar...

    Fantasía infantil

    AndrewB

    Jun 5, 2024

    0
    Fantasía infantil
    Empieza a escribir gratis en quaderno

    Con el inevitable paso del tiempo se han ido desvaneciendo los recuerdos de la infancia, ahora solo me quedan fragmentos y ciertos sentimientos que al día de hoy añoro tener de vuelta. Recuerdos de juegos, sorpresas, una curiosidad viva y sonrisa candente, aspectos que generalmente se apagan con el crecer.

    Los fragmentos más nítidos de mi memoria son, curiosamente, los del final de mi niñez, concretamente mi cumpleaños número 10 ¿Por qué cuando me preguntan de mi infancia es el primer momento que se me dibuja en la mente? Bueno, esto es porque fue la única vez que le recé a los cielos.

    Desde niño he sido asquerosamente escéptico ¿El ratón pérez? ¿Papá Noel? Siempre tuve mis serias dudas. Estas incógnitas me taladraron tanto la mente que la fantasía duró poco porque expuse estas sospechas ante mi madre a la corta edad de 6 años, la cuál respondió de manera honorable y no me escondió la verdad.

    Entre de las tantas ilusiones, la más carente de sentido como resultados es la de los deseos que se te conceden para pedir durante tu cumpleaños ¿En qué momento se asoció la idea del Genio de la lámpara con los cumpleaños? Pareciera haber atravesado muchísimas generaciones y con una presencia admirable. Por supuesto, nunca coincidí con estas supersticiones, exceptuando aquella vez donde me aferré a ella con mi infinita energía.

    ¿Cómo, siendo exageradamente incrédulo, me entregué a la ilusión? Con el pasar de mis pocos años, aprendí, gracias a la observación perspicaz característico del niño, que los adultos a mi alrededor no tenían esa mirada curiosa y viva que tanto me llenaban de sentimientos, a diferenciade mis amigos infantes. En su lugar, el brillo de sus ojos habia sido robado junto con la energía. Las rutinas se volvían aburridas, la proyección a futuro no iba más lejos de treinta días y sus emociones estaban profundamente escondidas o, peor aún, olvidadas. Evidentemente había algo durante la adolescencia que cambiaba, y lo confirmé porque pude ser testigo de esta transición en mi hermano mayor.

    Para bien o para mal, empecé a visionar muy vívidamente ese futuro en mí. No lo quería, en lo absoluto. Las responsabilidades iban a quitarme la libertad, la vida, las energías, todo lo que yo disfrutaba en su plenitud y llegarían nuevas sensaciones y estados como las preocupaciones, la angustia y, la afortunadamente incomprensible y desconocida para las infancias, la tristeza.

    Todas estas sombrías emociones de la adultez empezaron a gestarse en mi consciencia desde temprano, jóven pero prometedor. Además, cabe mencionar que desde el plano físico también sufría las conscecuencias del crecer. Muy frecuentemente le quitaba el sueño a mis padres con mis llantos causados por los incesantes martillazos en los huesos de mis piernas. Los adultos en bata blanca concluyeron que se tratan de los dolores de crecimiento, que es común en todo niño y puede extenderse durante varios años. Evidentemente en mí ese dolor era excepcional, porque necesité ahogarme en analgésicos para poder terminar con los despiadados martillazos.

    Llegando a los 10 años, ya tenía mi postura tomada: no quiero crecer un segundo o un centímetro más, necesito detener el espacio y tiempo. Fue así que dejé de lado mi escepticismo por única vez en mi vida y abracé las fantasías y los cuentos mágicos de la infancia. Cerrando con todas mis fuerzas mis ojos y mis manos, mientras soplaba las velas de la torta, pedí: "Por favor, quiero ser siempre un niño". Supliqué con tanto corazón que cuando volví abrir los ojos después de orar, estaba convencido de que mi reloj se había detenido. Con una sonrisa de oreja a oreja sorprendí incluso a mis familiares más cercanos, nunca me habían visto tan feliz en mi cumpleaños. Debió haber sido el último.

    Una vez más, la ilusión duró poco. Desafiar a Dios tiene un precio, pues esa noche y las cinco que le siguieron me ha quitado el sueño torturándome las piernas. No solo que el dolor fue más potente que nunca sino también, al terminar esa fatídica semana, había pegado un estirón notable.

    Hoy, doblándome en edad y todavía sufriendo de vez en cuando esos terribles dolores, siento que todavía se me está castigando por haber puesto cara tan estúpidamente ante lo imposible. Todas mis profecías se cumplieron y pujo constantemente contra esa fuerza que me quiere arrastrar hacia el vacío de la adultez, pero no resistiré mucho tiempo más.

    Si pudiera pedir un deseo ahora, no sería el fantasioso que pedí en mi cumpleaños. Pediría algo aún más desafiante: que me devuelvan lo que me robaron de niño.

    AndrewB

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión