EXTRAÑO SUCESO
Despertó sobresaltado. Al mirar su reloj pulsera se dio cuenta que eran las seis, más no sabía si eran las seis de la mañana o de la tarde. Ese detalle en principio no lo alarmó, hasta que miró la fecha del calendario de su reloj y comprobó que habían pasado tres días desde que se había dormido.
Se vistió con premura y salió a la calle. Allí, advirtió que la fisonomía del lugar no había cambiado: casas, caminos, árboles y veredas se veían como siempre. Caminó con precaución por la acera gastada con rumbo al sur. Varias cuadras más adelante el panorama era distinto: todo, incluido el cielo, era de un ceniciento color gris, y los contornos de las casas y árboles eran nebulosas e intangibles líneas a punto de desaparecer. Miró hacia la desierta avenida y advirtió que desaparecía tras una confinada nube que, girando incierta, parecía tragárselo todo. Regresó presuroso y se encerró en su habitación. Intentó buscarle un sentido a lo que había visto, pero no pudo.
- ¡Qué está sucediendo! -, le preguntó acongojado a la imagen del desconocido que colgaba de la pared.
Volvió a quedarse dormido y todo fue oscuridad, pues nunca recordaba sus sueños. Despertó con la sensación de que casi no había dormido; pero al mirar de nuevo el almanaque de su reloj pulsera, advirtió que habían pasado dos semanas desde la vez anterior. Impresionado, se dispuso a salir de nuevo a la calle y advirtió que la puerta estaba ubicada en otra pared. Notó, además, que la habitación era ahora de un nostálgico y abandonado color ocre. Salió de nuevo a la calle, y afligido comprobó el desastre bíblico: casas, árboles y calles eran ahora tristes y amorfos retazos de una ciudad que parecía deshilacharse de a poco.
Angustiado se encerró de nuevo. Al rato se oyeron golpes en la puerta. A través de la mirilla vio a una mujer vestida completamente de blanco. Dudó en atender, pero igual abrió.
- ¿Quién sos?
- ¿Puedo pasar? -, preguntó la mujer con amabilidad.
Haciendo un ademán, le franqueó la entrada. Ya en el interior, la mujer, luego de observar con detenimiento la habitación, le preguntó:
- ¿Sabés quién soy?
-No.
-Soy un recuerdo-, afirmó la mujer.
-Pues yo no te recuerdo-, retrucó.
-No soy un recuerdo tuyo, sino un recuerdo de quien vos habitás.
-Yo habito esta casa…
-No, vos no sos vos…y esta no es una casa. Vos sos una parte de la memoria de quien está en la pared- respondió la mujer, señalando el retrato del desconocido.
- ¿Querés decir que yo soy un recuerdo de él? - inquirió, señalando también el retrato.
-Exacto.
Impresionado, expresó:
- Cuando me duermo siempre despierto muchos días después…
Con resignada sonrisa, ella respondió:
-Es porque en ese lapso él no te ha recordado.
Devastado, quedó en silencio, y ella agregó:
- Te vas a ir desvaneciendo de apoco… es lo que sucede con los recuerdos...
- ¿Y vos?
Negando con la cabeza, la mujer afirmó:
-Él me amaba.

Roberto Dario Salica
Roberto Darío Salica Escritor de Córdoba, Argentina. A la fecha, ha publicado cinco libros, uno de cuentos para niños, poemas, relatos de la infancia y de relatos fantásticos.
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